Me sorprendí a mí mismo escribiendo, con un dedo sobre
la arena de la playa, el nombre de mi amada. Inconscientemente y con letras
mayúsculas, escribí su precioso nombre en la superficie arenosa de la orilla. De
pronto, una ola traicionera se estiró y se comió parte del nombre. El mar sólo
me dejó las tres primeras letras: MAR. Cuando pensaba
en volver a escribir las letras que se había llevado el mar, en recomponer lo
borrado tan abruptamente, otra ola rompió y se zampó y arrastró para sí las
tres primeras letras de mi amada. Ya no estaba en la arena su nombre. Ya no
había nada. Sólo la lisa orilla. El mar, el traicionero y cautivador mar se lo
había llevado en cuestión de un segundo. Sin embargo, en mi mente persistía el nombre
y el recuerdo de mi amor. Pero ella no estaba aquí conmigo. Estaba lejos. Muy
lejos. La echaba de menos. La echaba mucho de menos. Me imaginaba embelesado lo
maravilloso que sería que ella estuviera aquí a mi lado. Pero eso no podía ser,
lamentablemente. Ella estaba ahora en otro lugar, y una persona no suele poder
estar en dos sitios a la vez. No obstante, yo no quería que ella estuviera en
dos sitios a la vez. Nada más lejos de mi intención, por otra parte. Quería,
simplemente, que estuviera aquí. Conmigo. Y sabía perfectamente que ella no
podía venir a mí. De ninguna manera. Yo tenía que ir a por ella. No me quedaba
otra. Así pues, resuelto, decidido, me levanté de la arena y entré poco a poco
en el mar. Las aguas rodearon mis tobillos, mis rodillas... Un año atrás, un
día de tormenta el mar se tragó a mi amada, inmisericordemente, y nunca volví a
saber nada más de ella. Seguramente, teniendo en cuenta lo muy hermosa que era,
ahora estará a la derecha de Neptuno y será toda una reina de las profundidades
marinas. Así me la imagino al menos. Quizás tarde mucho en encontrarla, pero la
encontraré, la encontraré en el fondo del mar, donde termina el mar. No tengo
ninguna duda, desde luego que no. Ahora, las aguas del mar acarician mi cintura
y tiran de mí hacia adentro. Casi oigo decir a las aguas, con voz cristalina:
“Ven con tu amada, ven con tu amada”. Avanzo lentamente, hendiendo el mar con
mi cuerpo. El agua ya casi me llega al cuello, y la imagen de mi amada inunda
mi mente. Mi amada. Siento que dentro de muy poco la voy a encontrar…
"Cuento de verano", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 12 de julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario