Un cielo azul lleno de nubes, en algún lugar de la galaxia NGC 3660.
Un sol amarillo en lo alto.
Dos lunas blancas perfectamente visibles a la luz del día.
Bajo el cielo, una gran casa roja salpicada de ventanas.
En su interior, Sak, un lugareño de clase media, está leyendo el periódico de la mañana.
-Vaya, se han decidido a suspender definitivamente los intentos de vuelos espaciales -comenta Sak para sí, leyendo los titulares.
-¿Qué? -dice Mek, su hijo, que está junto a él en la habitación.
-Que ya no van a mandar más naves al espacio -aclara Sak.
-¿Y por qué? -pregunta Mek.
-Porque el mandarlas es un suicidio.
-¿Y por qué? -insiste el niño.
Sak suspira. ¿Por qué los niños nunca se cansan de preguntar?
-Bueno, recuerdo que hace un tiempo -cuenta Sak- decidieron mandar la primera nave espacial a una de nuestras lunas. Pensaron que se podría hacer, que sería fácil llegar. Y lo que ocurrió es que, según cuentan, cuando la nave llegó hasta las nubes, chocó contra “algo”, algo que nadie vio, y quedó destrozada.
-Vaya... -articula Mek.
-Lo intentaron con otras naves -sigue su padre-, siendo lanzadas desde distintos lugares, pero todo fue inútil. Ocurrió lo mismo una y otra vez. Sí, chocaban contra algo; no podían llegar a las lunas.
-No lo entiendo... -dice Mek.
-Yo tampoco -asiente su padre-. Es como si un dios invisible destrozara las naves. No sé..., quizás sea algo innatural el salir de este mundo.
El niño lo mira fijamente, pensando en ello e intentando comprender.
-¿Sabes? -dice Sak-, a veces creo que nuestro planeta es como ese barco que está encerrado dentro de esa botella -dice señalando la botella que descansa encima de la estantería de la sala-. ¿Entiendes?
El niño mira la botella, pero no comprende.
-Da igual, Mek. Yo tampoco lo entiendo -dice su padre.
Y sigue leyendo el periódico.
El niño se levanta de la silla y mira el cielo a través del cristal de la ventana, como intentando averiguar su secreto. Pensando en lo dicho por su padre, acerca su cara al cristal y respira profundamente... Su respiración produce pequeñas nubes blancas sobre la superficie transparente del cristal.