Desnuda,
eres toda una hembra,
se te ve muy humana,
pareces una persona,
no pareces policía.
Vestida,
con tu uniforme azul,
tu gorra calada,
tu mirada inquisitiva,
hasta a mí me das miedo.
Mis amigos
se burlan de mí.
Yo que ya iba para calzonazos
para más inri
me caso con una policía.
Siempre hacemos
lo que tú quieres.
Pero es natural.
A ver quien te lleva la contraria
con esa cara que pones.
No hay más que verte
cuando golpeas con tu porra,
cuando cacheas sin piedad
o cuando pones esas multas
que tanta rabia dan.
Y no eres mala policía, no.
Eres de las mejores,
de las que más imponen.
No hay ningún necio que se atreva
a pellizcarte las nalgas.
De hecho te ascienden
cada dos por tres.
Pronto serás la jefa
de toda la ciudad,
tal vez del país.
Y yo, esposado a la cama
soy tu esclavo y tu amante
o lo que quieras que sea;
estoy a tu merced,
estoy en tu red.
Nunca se pasa por mi mente
el serte infiel,
el engañarte con otra;
con tu pistola y tu carácter
no creo que terminase bien.
Tampoco puedo fugarme, escapar,
pues sería inútil.
Con tu coche patrulla
y tus compañeros de trabajo
me encontraríais en un santiamén.
Y paso las noches en vela
esperando que no vuelvas,
confiando en que te peguen
un buen tiro en la frente.
Pero siempre regresas.
Y así pasan los años, y sigo a tu lado
en la cama esposado,
temiéndote y amándote,
comprendiendo lo duro
que es vivir con una policía.
Y te amo, no te creas,
necesito tu presencia
y te quiero a mi lado,
pero a veces pienso:
¿no me habré equivocado?