A través de un camino de baldosas blancas y negras, el rey negro galopaba a lomos de su fiel corcel negro con la mirada fija en la gran torre blanca que coronaba el paisaje. Se acercó veloz hasta ella y desmontó del caballo con presteza. Sirviéndose de los salientes de las rocas que la configuraban, se lanzó a escalar la torre. Pronto llegó a la terraza, donde se encontraba la reina blanca, de pie y de espaldas a él. “Amada mía”, susurró el rey. “Oh, amor mío”, dijo ella volviéndose. Corrieron el uno hacia el otro y se abrazaron apasionadamente. Se besaron con fervor, como amantes desesperados. “Te quiero con toda mi alma”, dijo él. “Oh..., esto tiene que terminar”, dijo ella de pronto, apartándolo, “No podemos seguir así. Mi esposo, el rey blanco, nos sorprenderá algún día, y ya sabes lo que eso significaría: la guerra”. “Sí, pero no puedo evitar...”. “Elige”, atajó ella, “la paz o yo”. El rey negro la miró tristemente. “No me extraña que haya tantas guerras en el mundo”, se dijo, “Ya sabes que yo amo la paz, y que lo último que haría sería provocar una guerra... Me pones en una situación muy difícil”. “Lo sé”, asintió ella, “Y lo siento”. El rey negro la miró fijamente, con los ojos a punto de llorar. Se abrazaron, por última vez. Después, el rey negro dio media vuelta y bajó por la piel de la torre. Pronto llegó al suelo. Allí le esperaba su caballo negro. “Te tengo que dejar”, le dijo mientras le daba unas palmaditas en la grupa. Le acarició la crin cariñosamente y se alejó de él. El rey negro no quería provocar una sangrienta guerra; no quería que nadie tuviera que morir por su culpa. Sin embargo, tampoco podía vivir sin su amada, la reina blanca. Así pues, sólo podía hacer una cosa. Corrió hasta el extremo del tablero y saltó al vacío.
miércoles, 30 de julio de 2025
RELATO EN BLANCO Y NEGRO
martes, 29 de julio de 2025
CUENTACUENTOS DE "EL COLGANTE MÁGICO" EN VILLAFRANCA DE EBRO
lunes, 28 de julio de 2025
ASESINANDO EL PASADO
—Irene, ven un momento, por favor —dijo la voz aflautada de su jefe a través del interfono.
La mujer dejó
lo que estaba haciendo, salió diligentemente de su despacho y entró en el de
enfrente.
—Te tengo que
presentar a tu nuevo compañero —empezó a decir su jefe señalando al hombre que
estaba de pie a su lado—. Irene Mazo, te presento a Diego Sánchez. Vais a
trabajar juntos.
Diego. Diego
Sánchez. Irene lo vio, oyó su nombre, y su memoria retrocedió diez años en
cuestión de un segundo. Veía —horrorizada— su peor pesadilla. Veía al hombre
que se avergonzaba de haber amado en el pasado. Veía la parte de su pasado que
siempre había querido olvidar, que creía haber sacado del marco de su vida, que
para ella había muerto. Y lo veía delante de ella, conservando la misma cara —como
si el tiempo no hubiera pasado para él—, algo más ancho, más gordo quizá, pero
siendo el mismo Diego de siempre. El mismo Diego al que tanto había amado y
tanto había odiado.
—Diego... —dijo
ella débilmente, sin poderse creer lo que veían sus ojos.
Para el hombre
fue también una sorpresa el encontrarla; tampoco esperaba verla. Había oído que
ella había salido de la ciudad por trabajo, pero no recordaba a qué lugar. Y
por fin lo sabía: a la misma ciudad a la que lo habían asignado a él.
—Irene... —susurró.
Hacía diez años
que no se veían. El tiempo los había hecho crecer, y el tiempo los había
reencontrado.
—Vaya, vaya,
así que os conocéis —sonrió su jefe. Ellos no sonrieron, ni mucho menos—. Pues
es una verdadera suerte, ya que vais a estar juntos muchas horas al día.
Al oír esto,
Irene sintió náuseas.
Diego sonrió
forzadamente.
—Mañana mismo
empezaréis —terminó su jefe.
Irene llegó a
su piso sintiéndose destrozada y burlada por el pasado que nunca terminaba de
pasar para ella. Sentía que sus ojos se iban a derretir en lágrimas de odio,
furia e impotencia. Diego. Diego. Diego. Ese nombre rebotaba de un lado para
otro en el interior de su mente. El pasado había vuelto. El odiado pasado había
vuelto. Cómo se avergonzaba de haber amado a ese hombre cuando era sólo una adolescente,
cuando todavía no sabía distinguir lo blanco de lo negro, lo bueno de lo
malo... Cómo lo odiaba, cómo lo odió, cómo lo amó... Y cuando casi lo había
olvidado, y permanecía encerrado en el oscuro cajón del olvido, el cajón se
había vuelto a abrir... Y sabía, mientras se secaba las lágrimas, que lo tenía
que cerrar para siempre.
Al día
siguiente, por la mañana, Irene entró con determinación en el despacho de su
jefe.
—Quiero otro
compañero —dijo secamente—. No quiero tener que trabajar con Diego.
—Vaya, vaya —dijo
su jefe, sonriendo maliciosamente—, hace un minuto Diego me ha dicho lo mismo,
que no quiere trabajar contigo. Me ha contado, por cierto, que fuisteis
amantes, hace ya muchos años. Y le he dicho lo mismo que te digo a ti: me da
igual vuestro pasado; sois los mejores y quiero que trabajéis juntos. Es más,
vais a trabajar juntos.
—Pero no puedo
ni verle...
—Ya te
acostumbrarás —dijo su jefe, inflexible.
Irene se mordió
el labio inferior con rabia y salió del despacho dando un portazo.
En el pasillo
vio a Diego, al lado de la máquina de cafés. Al verlo sintió que se desmayaba.
Con un arranque de náuseas se arrastró hasta el servicio femenino, se acercó al
lavabo y sintió que tenía ganas de vomitar, de vomitar sobre su pasado para así
cubrirlo, para así enterrarlo para siempre. No pudo vomitar, pero sus ojos
empezaron a llorar. Avergonzándose de su propio llanto, sacó un pañuelo e
intentó detener las lágrimas. Cuando se secó los ojos y desapareció la niebla
que los había rodeado, vio su reflejo en el espejo del baño; y se vio a sí
misma como cuando tenía diez años menos, como cuando era una adolescente
enamorada de Diego. Aterrada, cerró los ojos de golpe, sintiendo que quizás sí
podría vomitar. Cuando los volvió a abrir, sin embargo, se vio de nuevo adulta,
asustada, llorosa, asqueada... Se rió de sí misma con una mueca feroz y pensó
que ésa que había creído ver en el espejo nunca había sido ella, no, nunca
podía haber sido tan tonta, tan ingenua, tan imbécil como para enamorarse de un
cretino como Diego, como para dejarse desvirgar por él, como para dejarse
manipular por él... ¿Cómo no se dio cuenta de que para él era sólo un
pasatiempo? ¿Cómo no se dio cuenta de que él no la quería? ¿Cómo pudo ser tan
ciega? ¿Cómo pudo tardar tanto tiempo en darse cuenta de que él la engañaba constantemente?
Sin embargo, había cambiado, había madurado, se dijo a sí misma. Podía hacer
frente al pasado y matarlo. Sí, podía matarlo, se repitió. ¿Qué había de malo
en querer matar a su pasado? Nada. Todo el mundo puede hacer con su pasado lo
que quiera. Y si su pasado lo representaba Diego, pues se mataba y ya está. Sí,
ya está, se dijo, observando su cínica sonrisa en el espejo.
Salió del baño,
decidida, y volvió a ver a Diego en el pasillo; y su cuerpo no palideció, no
tembló, no sintió que se desmayaba. Diego ya no le podía impresionar. Era un
cadáver en potencia.
Avanzó hasta él
y le dijo haciendo un mohín:
—¿Cuándo vamos
a empezar a trabajar?
Trabajaron toda
la tarde sin complicaciones, discutiendo como dos personas civilizadas todos
los puntos y no dejándose llevar en ningún momento por sus recuerdos. Las horas
pasaron y, casi sin darse cuenta, llegó el momento de salir del trabajo.
—Ya es la hora
—sonrió Diego—. Para ser nuestro primer día juntos... no ha estado mal.
¿Quieres que te lleve a algún sitio? Tengo el coche fuera.
—Bueno, pensaba
invitarte a cenar —dijo Irene, sonrojándose ligeramente.
Diego se quedó
sin habla. ¿Después de lo que le había hecho en el pasado lo invitaba a cenar?
Bueno, la verdad es que ya era momento de olvidar y de empezar de cero, pensó.
Ya eran dos adultos.
—¿De veras?
—Sí. ¿Te viene
bien?
—Claro. ¿Dónde?
—En mi casa
—sonrió ella—. Así me saldrá más barato.
—Oh, me parece
estupendo —convino Diego.
—¿Vamos
entonces?
Irene abrió la
puerta de su apartamento y entró dentro junto a Diego. Los dos avanzaron sin
decir nada hasta el cuarto de estar.
—Siéntate donde
puedas —dijo Irene—. Y deja el abrigo por ahí.
Así lo hizo
Diego.
—Voy a la cocina —siguió ella—. Puedes curiosear lo que
quieras de la casa.
—¿Te ayudo a
preparar algo? —se ofreció él, haciendo ademán de levantarse.
—No, no. Me
gusta estar sola en la cocina —dijo ella forzando una sonrisa—. No te molestes.
Irene entró en
la cocina y la recorrió con la vista. Buscaba algo. Algo que pudiera utilizar
como arma para matar a Diego.
¿Veneno?
No, no tenía
veneno. Qué gran error. En las películas siempre tenían.
¿Un cuchillo?
¿Un tenedor? ¿El cazo de la sopa? ¿El palo de la fregona? ¿Un abridor? ¿Una
sartén? ¿Un cepillo? ¿El rodillo para amasar pan?
No.
¿La minipímer?
Bueno...
¿La minipímer?
Sí, claro que
sí.
Tomó la minipímer
por la parte más delgada y se sintió como una mujer de la edad de piedra armada
con una gran cachiporra. Se quitó los zapatos y, ya descalza, se acercó a la
salida de la cocina. Desde allí observó a Diego: estaba sentado en el sofá del
cuarto de estar, de espaldas a la cocina. Veía su coronilla en la parte
superior del sofá, como un enorme grano que hubiera emergido del asiento. Se
acercó sigilosamente hasta él y alzó en lo alto la batidora.
Un instante. Un
segundo. En ese lapso de tiempo, Irene recordó a Diego riéndose de ella,
humillándola, engañándola...
La minipímer
bajó sobre el cráneo de Diego y lo golpeó como si pesara una tonelada. El grano
del sofá se desprendió de él y cayó al suelo; todo Diego cayó al suelo. Irene
saltó sobre él y le asestó una lluvia de golpes sobre su rostro. Le rompió la
nariz, le partió la mandíbula, le abrió el cráneo por varios sitios, le hizo
saltar un par de dientes... hasta que la minipímer se destrozó también en mil
partes.
Asustada,
creyendo que el deshecho Diego podría levantarse, corrió hasta la cocina y
cogió apresuradamente el cuchillo de cortar jamón. Volvió con él como un ciclón
y se lo clavó en el pecho, repetidamente, en el estómago —agujereándolo como un
colador—, en el cuello —brotando la sangre como si hubiera abierto la llave de
la manguera de su interior—, en los ojos —que no dejaban de mirarla, atónitos—,
en los costados, en las piernas, en la entrepierna, en los pies indefensos, en
los brazos inmóviles... hasta que Irene creyó que ya debía estar muerto y cesó
la lluvia de cuchilladas.
Sonrió,
extrañándose agradablemente de lo que había hecho; sudaba por todos los poros
de su piel, y era un sudor lleno de excitación. “Estoy loca”, pensó, “Pero he
disfrutado como nunca”.
Observó su
obra. El pasado sangraba por mil heridas. El pasado había muerto,
definitivamente. ¿Qué faltaba por hacer? Enterrar el pasado. Pero era muy alto
y estaba algo gordo, así que había que separarlo en trozos. Buscó su cuchillo
eléctrico —¿cómo no se había acordado antes de él?— y, tras desnudar a Diego,
empezó a cortarlo.
Le cortó el
cuello, separando así la cabeza —que parecía un balón de fútbol deshinchado y
lleno de barro rojo—, le cortó los brazos, las piernas, el pene y los
testículos, y luego rajó su pecho y su barriga —salpicando enormemente todo de
sangre—, cortándolo en trozos irregulares, practicando su cuchillo eléctrico el
esquí y el buceo en carne y sangre. Después, metió los pedazos en varias bolsas
de basura y, una a una, las sacó a la calle y las dejó en diferentes cubos de
basura. Después, limpió la sangre del suelo y de su cuarto de estar y se sentó
complacida en la cama.
Los recuerdos
de Diego ya no acudían a ella, ya no podían acudir; Diego había muerto, el
pasado había muerto, y ya no la podía amargar.
Pero de pronto
Irene vio a su pasado, sentado en el sofá. Sí, se vio a sí misma, como cuando
era una adolescente, como cuando estaba enamorada de Diego. Y comprendió,
aterrada, turbada: había matado a Diego, que era su oscuro pasado, pero no todo
su oscuro pasado. Otra parte de su pasado era ella misma, y quizás de ella
misma era de quien sentía asco, de quien sentía odio, de quien sentía
vergüenza... Y a su adolescencia no la había matado. Estaba ahí, delante de
ella, sonriéndole.
De pronto su adolescencia se levantó del sofá, tomó el
cuchillo eléctrico de la mesa y caminó lentamente hacia ella.
Irene la vio acercarse, aterrada. ¿Cómo podía estar ahí?
¡Había muerto! ¡Había muerto! ¡Había muerto con la madurez!
—No puedes
matar el pasado —dijo fríamente la imagen de su adolescencia.
Y hundió el cuchillo eléctrico en el adulto cuello de Irene.
domingo, 27 de julio de 2025
"CUENTOS A DÚO" EN SANTA CRUZ DE GRÍO
18:30 horas
"CUENTOS A DÚO: LA PRINCESA Y EL DRAGÓN", CON ROBERTO MALO Y TOCHE MENAL
Santa Cruz de Grío
(Zaragoza)
¡Nos vemos!
sábado, 26 de julio de 2025
"VIAJES MARAVILLOSOS", MI COLUMNA SEMANAL EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
Hoy sábado 26 de julio es el Día de
los Abuelos. Así es, cada 26 de julio se rinde homenaje a los abuelos, ya que,
según el calendario católico, es la fecha en que se celebra la onomástica de
San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesucristo. Sin
embargo, resulta una celebración que pasa algo desapercibida, en comparación
con otras efemérides más populares y arraigadas, como el Día de la Madre o el
Día del Padre, por ejemplo. Y no tendría que ser así; los abuelos son una de
las figuras más importantes del grupo familiar, creando un vínculo muy especial
con los nietos. Siempre están dispuestos a dar amor incondicional, cuidados y
consejos, transmitiendo valores y enseñanzas a las nuevas generaciones. Con la
temática de los abuelos en mente me ha dado por escribir un cuento, titulado Viajes maravillosos. Espero que os
guste, aquí va:
En verano siempre llevo la radio
encendida cuando conduzco al socaire de la noche; es la compañía perfecta de
los viajantes como yo. A través de las ondas desgranabas tu gran aventura en
Islandia como un narrador consumado. La locutora apenas se atrevía a
interrumpirte, seguramente tan embelesada como yo por tus peripecias sin fin.
Enumerabas cómo habías estado a punto de quedar atrapado en un glaciar, cómo,
por hacer la fotografía perfecta, te habías calado hasta los huesos en una
gigantesca cascada, o cómo habías acariciado el cielo en el remanso de paz de
la Laguna Azul. El tema del programa era “Viajes maravillosos”, y el tuyo,
desde luego, lo era con creces. Por si había dudas, dejaste caer que cuando
viste por primera vez la aurora boreal pensaste que era el espectáculo más
hermoso del mundo. Sin embargo, poco tiempo después cambiaste de opinión. Era mejor
todavía ver la aurora boreal en buena compañía, y esa grata compañía la
encontraste en una rubia nativa de ojos azules como la laguna. No sólo habías
descubierto un gran país, habías descubierto el amor con mayúsculas. Y por
mantener vivo el amor habías prolongado tu estancia de forma indefinida, si
bien ahora volvías a casa con tu amada islandesa para presentarla a la familia
y anunciarles (aquí vacilaste un segundo) que ibais a ser padres. Tras un
instante de silencio, la locutora te dio la enhorabuena con voz emocionada y yo
me quedé sonriendo como un bobo. De semejante forma, a través de las ondas, me
enteré de que iba a ser abuelo.
"Viajes maravillosos", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 26 de julio.
viernes, 25 de julio de 2025
CUENTACUENTOS DE "EL ÚLTIMO ABORDAJE DE MORGAN EL INVENCIBLE" EN TORRECILLA DE ALCAÑIZ
19:00 horas
CUENTACUENTOS DE "EL ÚLTIMO ABORDAJE DE MORGAN EL INVENCIBLE", CON ROBERTO MALO Y DANIEL TEJERO
Torrecilla de Alcañiz
(Teruel)
jueves, 24 de julio de 2025
MAGNOLIA
Estaba firmando cómics en el Splash de
Puerto de Sagunto cuando una mujer me pidió que le dedicara un tebeo a su hija
Magnolia. Para Magnolia, escribí, y se me ocurrió decir “se llama como mi
película favorita”. “Es la mía también”, asintió la mujer, y se dio la vuelta y
me mostró el tatuaje que llevaba en la espalda: la flor del cartel de la
película. Y nos lanzamos a hablar de la obra cumbre de Paul Thomas Anderson,
claro. La habré visto infinidad de veces, y siempre me emociona sobremanera. Es
una obra maestra apabullante (dura tres horas y se pasa en un suspiro, gracias
a un montaje y un ritmo endiablado que no decae en ningún momento). Tiene uno
de los mejores prólogos de la historia del cine, y es una obra tocada por la
magia, con escenas inolvidables como la lluvia de ranas (o esa sonrisa del
plano final). Con interpretaciones fantásticas de Julianne Moore, Tom Cruise
(en el papel de su vida), John C. Reilly, William H. Macy o Philip Seymour
Hoffman. Con una envolvente banda sonora de Jon Brion y unas canciones
maravillosas de Aimee Mann (el momento en el que todos los actores cantan Wise
Up es tremendo). Cuando la vi por primera vez en el cine, hace ya veinte
años, sentí que era la película perfecta, la que me hubiera encantado escribir
a mí. Sentí una afinidad inmensa con su director y guionista, me sentí
hermanado con él. Y encontré la explicación: el director y yo tenemos los
mismos años; es más, Paul Thomas Anderson y yo hemos nacido el mismo día. Una
casualidad digna de las que aparecen en la propia película.
miércoles, 23 de julio de 2025
FOTOS DE "CUENTOS DEL CRETÁCICO" EN LASPUÑA
https://preguntaediciones.com/libro/lex-el-tiranosaurio-rex/
CUENTACUENTOS DE "EL ÚLTIMO ABORDAJE DE MORGAN EL INVENCIBLE" EN VILLAFRANCA DE EBRO
18:00 horas
CUENTACUENTOS DE "EL ÚLTIMO ABORDAJE DE MORGAN EL INVENCIBLE", CON ROBERTO MALO Y DANIEL TEJERO
Villafranca de Ebro
(Zaragoza)
sábado, 19 de julio de 2025
"CONCIERTO ESTIVAL", MI COLUMNA SEMANAL EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
No sé cuál será este año la
canción del verano, pero ya sé cuál ha sido mi concierto de este verano. Lo
disfruté esta misma semana. Qué barbaridad de espectáculo. Anda de gira
internacional la estrella latina Jennifer Lopez, de quien soy un fan irredento
desde que protagonizó la película Selena en
1997, demostrando que además de actuar lo suyo es cantar y bailar como nadie. Qué
artista total, madre mía, qué poderío en el escenario. Su gira Up All Night Live in 2025 ha recalado en siete ciudades españolas: Pontevedra,
Cádiz, Fuengirola, Madrid, Barcelona, Bilbao y Tenerife. Zaragoza tal vez sea
actualmente la cuarta ciudad de España en cuanto a población, pero está visto
que no entra en las agendas de los grandes conciertos. Y menos en verano; Zaragoza
es un páramo musical en estos días estivales. Si quieres ver conciertos, toca
viajar. Y sin pensarlo demasiado (a veces el corazón manda, y mi santa estimó
que era un buen regalo de cumpleaños) nos fuimos para Madrid a verla. Un día es
un día, caramba. En el Movistar Arena, con todas las entradas vendidas, y ante
15.000 personas completamente entregadas, JLo desató la locura apareciendo en
el escenario al ritmo de On The Floor, con
un body deslumbrante y la misma gorra que lucía en el mítico baile de la
película Estafadoras de Wall Street. Flanqueada
por seis bailarinas y seis bailarines, con una banda compacta y una puesta en
escena y luminotécnica de altísimo nivel, continuó de forma arrolladora con Save Me Tonight, una de las muchas
canciones nuevas, todavía no grabadas, que presenta en este tour. Enlazaría con
Booty y Ain´t Your Mama, dos hits en los que mueve sensualmente su cuerpo
de diosa como si no pasaran los años para ella. La semana que viene cumple 56
años, quién lo diría. Cambio de look, cuero negro y estampa rockera para seguir
con Jenny From The Block, I´m Real y Get Right, enloqueciendo al público con su energía y sus
coreografías imposibles. Al estar en nuestro país se animó a cantar Gracias a la vida, de Violeta Parra, Qué hiciste (una de mis favoritas) y Si una vez, como homenaje a Selena Quintanilla. En la recta final
enlazó tres himnos: Waiting For Tonight,
Dance Again y Let´s Get Loud, toda una apoteosis colectiva. Y El anillo, con todo el público cantando
y bailando, puso el brillante colofón a dos horas que se pasaron en un suspiro.
Y fue una noche llena de suspiros. Ay, la Lopez.
"Concierto estival", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 19 de julio.
jueves, 17 de julio de 2025
"CUENTOS DEL CRETÁCICO" EN LASPUÑA
19:30 horas
"Cuentos del Cretácico", con Daniel Tejero y Roberto Malo
Laspuña
(Huesca)
https://preguntaediciones.com/libro/lex-el-tiranosaurio-rex/