Entro en el
bar y sin mirar a la barra me dirijo a los servicios masculinos. Una vez
dentro, abro la bolsa y saco el uniforme de policía. Es auténtico; según
parece, los de producción lo han conseguido a través de un conocido. Me lo
pongo, me encasqueto la gorra, coloco las esposas, la porra y la funda de la
pistola en el cinturón, dejo mi ropa de calle en la bolsa y, cual superman de
cortometraje, salgo con mi nueva identidad. La camarera se sonríe, divertida
con el cambio. “La magia del cine”, le digo guiñándole un ojo. Con cierta
chulería en el andar (me estoy metiendo en el papel a pasos agigantados, está
visto), me encamino a que me maquillen, para estar bien guapo a la hora de
rodar. Una periodista me entrevista mientras tanto. “Cuéntame algo de ti. ¿Cómo eres?”.
“Bueno, depende de con quién esté. A veces soy muy cariñoso, a veces soy muy
frío, a veces soy muy salvaje...”. “¿Y cómo eres realmente?”. “Sólo soy yo
realmente cuando estoy solo”. “Entonces, ahora no eres tú realmente”.
“Exactamente. Ahora estoy actuando”. “¿Actuando? ¿Es que estás en una
película?”. “Sí, eso mismo, estoy en una película. Bueno, todos estamos en la
película”. “¿Y quién es el protagonista?”. “Todos queremos ser el protagonista”.
“Sin embargo, no todos podemos serlo, ¿no? ¿Qué nos queda ser entonces a los
demás?”. “Pues ser los secundarios, los extras... Por ejemplo, tú y yo somos
extras”. “Vaya. ¿Y qué tenemos que hacer?”. “Pues lo que hacen todos los
extras. Caminar de un lado para otro pero siempre de fondo, como un telón
andante”. “¿Y qué más?”. “Poco más, la verdad. Nadie te ve, nadie te saluda,
nadie sabe cómo te llamas. Sólo te conocen unos pocos. Sólo los amigos”. “Me
estás deprimiendo”. “Lo sé. Pero así es la vida. La vida es un chiste. Un
chiste cruel”. “Cuéntame un chiste, venga”. “No, que te reirás”. “Entonces
cuéntame un cuento”. “Me encantan las entrevistas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario