Cuando un amigo se
va, una estrella se ha perdido, así es. Fui
compañero de Jesús Mesa en la
Escuela de Artes, y allí, a finales de los ochenta, lo vi en la obra de teatro
en la que más me he reído en la vida: Longaniza
para dos, versión baturra de la obra Aspirina
para dos, de Woody Allen. Jesús
tenía una vis cómica increíble, llenaba como nadie el escenario, y ya entonces
se notaba que iba a convertirse en un actor con mayúsculas. ¿Quién me iba a
decir a mí que muchos años después compartiríamos sueños y tablas? Era muy fan
de Los Hermanos Carcoma, el dúo canalla que formó con su compinche Daniel Tejero, y los vi infinidad de
veces en la Sala Da Luxe y en La Campana de los perdidos. Y fue precisamente en
una fiesta en La Campana de los perdidos donde decidimos crear algo entre los
tres, pero orientado al público infantil. De esa loca idea surgieron libros y
espectáculos como Los tres reyes y Los Comiclowns. Recuerdo cuando nos
entregaron el Premio del Público en el Off de Calle 2017 por Los Comiclowns en el Ayuntamiento de
Zaragoza y comentó Jesús: “El premio está muy bien, pero no nos han dado
croquetas”. Ay, el pan de los cómicos. Te partías de risa con él; de sus muchos
años con la compañía El Harem Teatro contaba anécdotas desternillantes. En la
radio, junto a Agustín Martín en el Carrusel Deportivo de la Cadena Ser,
brillaban sus hilarantes personajes; y es que era un imaginativo fabulador con
un gran sentido del humor, como quedó patente con su libro Narciso, el héroe indeciso, creado junto a su gran amigo Broto. Quince días antes de que le
llamara la Parca, nos vimos en nuestro barrio, Casablanca, le di mi último
cómic y un abrazo y le volví a decir que se cuidase esa afonía que persistía,
sin sospechar que sería la última vez que nos veríamos. Qué dura es la comedia
de la vida cuando cae el telón.
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