Cuando
paseo por la ciudad, me gusta mirar el suelo. Hay personas en cambio que no
miran el suelo, y luego resbalan y se caen. Hay que mirar dónde pisamos, claro
que sí. Paseando tranquilamente, es fácil ver muchas tapas metálicas salteadas
entre el embaldosado. Si son cuadradas, nos indican que están sobre algo poco
profundo, superficial. Debajo habrá seguramente cables de luz, de electricidad…
Sin embargo, si vemos una tapa metálica redonda nos indica que está sobre algo
muy profundo. Debajo habrá un desagüe, una alcantarilla… Todo tiene su razón de
ser, su explicación. ¿Por qué los operarios del ayuntamiento colocan tapas
metálicas redondas (y no cuadradas) cuando el sitio es muy profundo? Por
seguridad, evidentemente. Veamos la explicación con un sencillo ejemplo
práctico. Imaginemos que soy un operario del ayuntamiento y levanto la tapa
redonda y la sostengo sobre el hueco mientras mi compañero Pepe baja para
realizar dentro ciertos arreglos. Él está trabajando duro ahí abajo y yo arriba
sostengo la tapa tranquilamente, silbando incluso (a esto se le llama reparto
de trabajo). De pronto, me saluda un amigo a grito pelado al verme:
“¡Roberto!”, y yo, que soy muy saludador, muy de dar abrazos y besos sin ton ni
son, suelto la tapa de golpe y corro a abrazar a mi amigo, sin pensar. ¡Ahí va!
¿Qué pasará? ¿Caerá la tapa sobre la cabeza de mi compañero Pepe y se la dejará
como una hucha? Pues no, no sucederá eso, tranquilos. La tapa se quedará
clavada en la superficie, sin pasar. Porque el círculo tiene anchura constante.
Si la tapa metálica tiene un diámetro de setenta centímetros, por ejemplo, lo
tiene por todas partes. El cuadrado, en cambio, no tiene anchura constante. Si
se cae la tapa oblicuamente, podría pasar por el hueco. Así pues, por
seguridad, en lugares muy profundos, tapas metálicas redondas, por favor.
"Anchura constante", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 3 de febrero.
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