As de bastos: Deshago
concienzudamente el cubo de Rubik y mi hijo lo recompone en menos de un minuto.
Desde luego, el burro de mi hijo es un as despegando y pegando los adhesivos de
colores.
Dos de oros: Mi adorada y dorada amante en vez de
tetas tiene dos grandes monedas de oro. A pesar de este hecho inaudito la
quiero igual que a cualquier mortal, pues es todo un tesoro.
As de copas: Al apurar la copa de
vino advertí que en su fondo había un hombre diminuto ahogándose, debatiéndose
entre la vida y la muerte. Aturdido, agucé la vista para apreciar su rostro.
Afortunadamente, comprobé que no era el mío.
Rey de oros: El rey Midas se
desprendió de todas sus ropas y la doncella contempló maravillada su áureo
cuerpo desnudo. El rey abrazó con pasión a su amada y al contacto ella también
se tornó en oro. Hicieron el amor, y fue como el eclipse de dos soles.
Caballo de oros: Año tras año mi hijo
me pedía con insistencia que le comprase un caballo. Cuando por fin se lo
compré —en un momento de insensata debilidad, sin duda alguna—, mi hijo se
montó en él y se fue de casa para no volver nunca más. Esto me enseñó que a los
hijos no hay que concederles todos sus caprichos.
Carta
al Rey Melchor: Este año he sido muy muy bueno, palabrita del niño Jesús. Así
que creo humildemente que me merezco algún regalo hermoso. Pero no hace falta
que venga envuelto en lazos rojos. Lo cierto es que no quiero nada material,
casi prefiero tener salud. Como se suele decir: Virgencita, virgencita, que me
quede como estoy.
Carta
al Rey Gaspar: Como cada Navidad, quiero ver de nuevo Qué bello es vivir, Solo en
casa y Jungla de cristal. No pido
más.
Carta
al Rey Baltasar: Como siempre viajas con camello te voy a pedir la mejor droga,
la más pura: Amor para todas las personas de buen corazón. Y si te parece una
cursilada, pues trae cualquier droga.
"Un manojo de cartas", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 30 de diciembre.
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