Hay
dos palabras que por separado gustan mucho pero que juntas son imbatibles. Esas
dos palabras son “concierto gratis”. Dentro de la programación de Música al
Raso, ciclo que ha finalizado esta semana, el otro día tuve la suerte de ver a
Lagartija Nick en el Jardín de Invierno del Parque Grande, un entorno
inmejorable para la atractiva propuesta sonora de la banda granadina. Al ser la
entrada libre, un numerosísimo público pudo disfrutar de su último trabajo, El perro andaluz, excelente disco que
rinde tributo a la obra poética de Luis
Buñuel. Yo me lo había escuchado con delectación en Spotify y tenía muchas
ganas de ver cómo lo defendían en directo. Y no defraudaron en absoluto. Con un
fondo de proyecciones cinematográficas buñuelescas, desgranaron casi todas las
canciones del nuevo álbum (Palacio de
hielo, Una jirafa, Me gustaría para mí (Las libélulas), Bacanal…), en el que la lírica onírica
se funde con la intensidad eléctrica marca de la casa. Creo que estos cuatro
perros andaluces, como se definieron ellos mismos, estaban especialmente
motivados al presentar su trabajo sobre el calandino en tierras aragonesas y se
entregaron a fondo a la tarea. “¿Le habría gustado el concierto a Buñuel?”,
preguntó Antonio Arias, vocalista y
guitarrista de la banda, al acabar la función. Seguro que sí. Tampoco
descuidaron sus anteriores trabajos, tocando algunos temas de Los Cielos Cabizbajos, tres canciones de
su delicioso Omega (en una de ellas
se oiría la voz del añorado cantaor Enrique
Morente) o dos temas del disco dedicado a Val del Omar, otro poeta y cineasta. Acabaron el concierto con Nuevo Harlem y Esa extraña inercia (Anfetamina), dos trallazos de su segundo
disco, Inercia, que me recordaron enérgicamente
que hace ya más de treinta años de la primera vez que vi en directo a Lagartija
Nick. Cómo pasa el tiempo, madre mía.
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