Hoy, 11 de febrero, mientras intentaba formar un puzzle
de cuarenta mil piezas que me regalaron, he sentido que pensabas en mí. He
sentido que gritabas mi nombre. Sin embargo, no me he atrevido a ir a verte.
Hoy, 12 de febrero, todavía no he acabado el puzzle de cuarenta mil piezas que
me regalaron. El problema no es que sean muchas piezas, sino que cambian
continuamente de forma, como si tuvieran vida propia. Hoy, 13 de febrero, he
tirado el puzzle de cuarenta mil piezas por la ventana. Los niños de la calle
se han alegrado mucho. Hoy, 14 de febrero, mientras leía por octava vez un
cuento de un escritor ya fallecido, he sentido que sonreías. Al sentirlo, yo he
sonreído también. Hoy, 15 de febrero, he leído por décimo novena vez el cuento
del escritor ya fallecido. Creo que me estoy enamorando del cuento. No hago más
que leerlo una y otra vez. Hoy, 16 de febrero, mientras veía una película que
vimos juntos, una de las primeras que vimos juntos, he comenzado a llorar. Te echo
mucho de menos. Hoy, 17 de febrero, todavía sigo llorando. No consigo parar.
Estoy adelgazando terriblemente. Hoy, 18 de febrero, he acudido a un curandero
para que me cure de mi llanto. Me ha dicho que mi caso es pan comido. Hoy, 19
de febrero, he dejado de llorar. Las hierbas y los bebedizos del curandero han
dado resultado, pero te sigo echando muchísimo de menos. Hoy, 20 de febrero,
estoy empezando a notar los efectos secundarios de mi cura. Todo mi cuerpo,
tanto a lo alto como a lo ancho, está aumentando de tamaño. Me estoy
transformando en un gigante; soy el increíble hombre creciente. Mi corazón,
como todo, está creciendo, y con él aumentan mis deseos de verte. Hoy, 21 de
febrero, le he suplicado al curandero que me devuelva a mi tamaño original. Afortunadamente,
lo ha conseguido. Hoy, 22 de febrero, sin poder soportarlo más, he ido a verte
a tu casa. Al abrirme, me has sonreído. Hoy, por fin, es hoy.
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