A través de un camino de
baldosas blancas y negras, el rey negro galopaba a lomos de su fiel corcel
negro con la mirada fija en la gran torre blanca que coronaba el paisaje. Se
acercó veloz hasta ella y desmontó del caballo con presteza. Sirviéndose de los
salientes de las rocas que la configuraban, se lanzó a escalar la torre. Pronto
llegó a la terraza, donde se encontraba la reina blanca, de pie y de espaldas a
él.
—Amada mía —susurró el rey.
—Oh, amor mío —dijo ella,
volviéndose hacia él.
Corrieron el uno hacia el otro y
se abrazaron apasionadamente. Se besaron con fervor, como amantes desesperados.
—Te quiero, te quiero con toda
mi alma —dijo él.
—Oh..., esto tiene que terminar
—dijo ella de pronto, apartándolo—. No podemos seguir así. Mi esposo, el rey
blanco, nos sorprenderá algún día, y ya sabes lo que eso significaría: la
guerra.
—Sí, lo sé, pero no puedo evitar
que...
—Elige —atajó ella—: la paz o
yo.
El rey negro la miró
tristemente.
—No me extraña que haya tantas
guerras en el mundo —se dijo—. Ya sabes que yo amo la paz, y que lo último que
haría en este mundo sería provocar una guerra... Me pones en una situación muy
difícil.
—Lo sé —asintió ella—. Y lo
siento.
El rey negro la miró fijamente,
con los ojos a punto de llorar.
—Vete —dijo ella—. Debe ser así.
—Sí... —asintió él.
Se abrazaron, por última vez. Se
miraron, por última vez.
Después, el rey negro dio media
vuelta y empezó a bajar por la piel de la torre. Pronto llegó al suelo. Allí le
esperaba su caballo negro.
—Te tengo que dejar —le dijo
mientras le daba unas palmaditas en la grupa. Le acarició la crin
cariñosamente, como quien acaricia algo por última vez, y se alejó de él.
El rey negro no quería provocar
una sangrienta guerra; no quería que nadie tuviera que morir por su culpa. Sin
embargo, tampoco podía vivir sin su amada, la reina blanca. Así pues, sólo
podía hacer una cosa.
Corrió hasta el extremo del
tablero y saltó al vacío.
"Relato en blanco y negro" es uno de los 60 relatos de "La sonrisa del león" (Dissident Tales, 2015). El libro está ilustrado magistralmente por Javi Hernández.
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