Con la bolsa de
deporte al hombro, el hombre sale del gimnasio sintiendo que una parte de él se
queda dentro. Vuelve la cabeza, escruta el interior del gimnasio desde la
puerta de cristal y no distingue nada suyo, nada que le pertenezca de forma
directa o que pueda echarse al hombro, a los bolsillos o al alma.
gimnasio: museo de espejos, máquinas de tortura y carne
trémula
Sin darle más importancia de la que se le concede al
cumpleaños de un desconocido, el hombre da media vuelta y se encamina hacia el
bar ubicado en la esquina de la misma calle. Observando los escaparates de las
tiendas, sin prisa alguna, llega hasta el bar, rodea el pomo de la puerta con
su mano libre y empuja hacia dentro para así poder entrar.
empujar es un método habitual para conseguir algún
propósito
El hombre recorre con la vista el interior del bar y se
aproxima cauteloso a la barra, como temiendo ser abordado a la primera de
cambio por la sensual camarera, antes de haber decidido qué consumir. Se lo
piensa durante un par de segundos y pide una cerveza negra. La camarera asiente
con una sonrisa y va grácilmente a ponérsela.
de noche todos los gatos son pardos y todas las cervezas
negras
Cuando la camarera le trae la cerveza el hombre descubre
asombrado que no lleva dinero encima. Decide entonces ligarse a la camarera
para así no tener que pagar. Le pregunta con un guiño cómo se llama y ella se
lo dice. Le pregunta de dónde es y resulta ser de su mismo pueblo. Ante
semejante coincidencia caen enamorados los dos al momento, el hombre invade la
barra y allí mismo hacen el amor.
el amor es ciego. el amor es ilógico. el amor es ladrón
Una semana después el hombre y la camarera se casan. Acuden
a la boda los clientes del gimnasio y los del bar. La ceremonia es un éxito,
los dos dicen “sí, quiero” y el arroz vuela por los aires. Todos ríen, cantan y
bailan, los recién casados montan en el coche de novios y se alejan de allí
entre risas y gritos, arrastrando por la carretera una docena de latas de
cerveza negra que alguien ha enganchado al guardabarros.
matrimonio: unión de dos personas, nadie sabe por qué
8 comentarios:
Me ha seducido como si escuchase a Salinger o al admirado Carver. Tus relatos son brutales, con éste me apetece una cerveza y no hacerme preguntas, por si acaso. Brindo por ti, Roberto.
Del gimnasio al matrimonio, pasando por el bar. Está muy bien este relato, Roberto. Y que no falten las cervezas negras.
Salinger, Carver..., madre mía. Por si acaso tampoco te hago preguntas. Salud, Ginés.
Las cervezas son sanísimas para el riñón. Hay que tomar más cervezas, claro que sí, Marcos. Salud.
Si ya digo yo, que hacer ejercicio es malo...
Ya, pero fíjate que el ejercicio es una buena excusa para luego echar una cerveza. Lo que pasa es que luego una cerveza nos lleva a otra y a otra, y a hacer muchas tonterías...
Ahí le has dado: ir al gimnasio es malo. Pero ir al bar del gimnasio es un gran ejercicio...
Ir a los bares es un gran ejercicio, sin duda...
Publicar un comentario