Esta semana he ido al cine a ver Daniela Forever, el quinto largometraje
de Nacho Vigalondo, y como se suele decir en estos casos: no hay quinto malo. El
cineasta de Cabezón de la Sal está cimentando una filmografía inclasificable e
impecable, abonada a la ciencia ficción y la fantasía. Tras abordar los viajes
en el tiempo y las paradojas temporales en Los
cronocrímenes (su magistral ópera prima), los contactos con alienígenas en Extraterrestre (su romántica marcianada con
aires de Muchachada Nui), las nuevas tecnologías y sus peligros en Open Windows (su salto al inglés con
Sasha Grey y Elijah Wood) y los monstruos gigantes de la cultura japonesa en Colossal (tal vez su mejor filme, con
una colosal Anne Hathaway y un tremendo Jason Sudeikis), llega ahora el momento
de sumergirse en el mundo de los sueños. Daniela
Forever es su gran película onírica y, para los que nos pierden los sueños,
supone todo un festín para los sentidos. Nicolás (Henry Golding) y Daniela
(Beatrice Grannò) forman la pareja protagonista de este nuevo peldaño en el
personal universo de Vigalondo, donde chico conoce chica, chico pierde chica
tras un accidente mortal, y chico se vuelca en sueños lúcidos a través de un
fármaco experimental para volver a estar con su chica de alguna manera, aunque
con consecuencias imprevisibles. Los sueños los vemos en formato panorámico de
alta definición y el mundo real aparece en formato Betacam cuadrado,
diferenciando así claramente el mundo onírico de la vigilia. Vigalondo nos
regala una cinta surrealista e hipnótica, con imágenes poderosísimas, giros
incómodos que no te esperas y una lúcida reflexión sobre el duelo y su aceptación.
En un sueño el protagonista decide volver al lugar donde fue más feliz trabajando,
una especie de casa del terror, y se disfraza con el mismo atuendo que llevaba
entonces, de vampiro genérico, pero esta vez con una sierra mecánica, y Daniela
decide acompañarlo disfrazada de tiburón, pero con pistola. Al salir del cine,
maravillado y todavía dándole vueltas a la trama, decido que ya tengo disfraz
para mí y para mi pareja en este Carnaval: de vampiro con motosierra y de
tiburón con pistola, claro que sí, como homenaje a uno de los creadores más
originales del cine patrio, y uno de los más internacionales, por cierto. ¡Viva
Vigalondo! ¡Y viva el Carnaval!
"Vigalondo forever", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 1 de marzo.
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