La
vida son cambios. El compositor Pat Metheny empezó a tocar la trompeta a los 8
años. A los 12, cambió la trompeta por la guitarra. Mucho mejor, dónde va a
parar. Sin embargo, tocando ahora con sus guitarras sintetizadas, hay temas en
que el instrumento le suena como una trompeta (así se redime de alguna manera,
y de paso nos encandila al resto). El miércoles tocó por cuarta vez en
Zaragoza, en la Sala Mozart, y volvió a triunfar por todo lo alto. Ya había
pasado anteriormente por el Palacio de Deportes, por el Teatro Principal y por
la Sala Multiusos del Auditorio. Siempre es una suerte disfrutar de su inmenso
talento por estas tierras. De la primera vez que lo vi en directo, en el
Palacio de Deportes, en 1989, han pasado ya treinta y tantos años. Y lo increíble
es que sigue igual físicamente. Es como Tom Cruise en Top Gun: Maverick respecto a Top
Gun: Ídolos del aire; han pasado treinta y muchos años y sigue
prácticamente igual. Además, el bueno de Metheny sigue conservando todo su
enorme pelazo (es el Juan Bolea de la música). ¿Habrá vendido su alma al
diablo? En cualquier caso, respecto a lo importante de verdad, el apartado
musical, sigue siendo uno de los virtuosos más grandes del panorama
internacional. Qué maravilla verle desplegar todo su arte, muy bien acompañado
en esta ocasión por Chris Fishman al piano y teclados y por Joe Dyson a la
batería. No es de extrañar que tenga 20 Grammys, se me ocurre pensar. Hablando
de premios, el otro día vi un estupendo monólogo ficcionado de la actriz Anna
Castillo en Zasback. Decía que ella
tenía el Premio Goya, pero que muchas grandes actrices no lo tenían. “Por
ejemplo, Meryl Streep no tiene el Goya”. Ese chiste con el de Missouri no se
puede hacer. También tiene un Goya. Pat lo ha ganado todo. Y al público zaragozano
lo tiene más que ganado.
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