A veces la verdad duele. Y el cine de
denuncia, cuando muestra la cruda realidad, puede resultar demoledor. Ya está
en la cartelera La voz de Hind,
película que recibió en el Festival de Venecia una ovación de veintitrés minutos
y el Gran Premio del Jurado. En el Festival de San Sebastián, en la sección
Perlak, ganó el Premio del Público. Tras verla esta semana, y salir del cine
estremecido, no me sorprenden nada semejantes reconocimientos. Es una cinta
brillante, desgarradora, dirigida por la tunecina Kaouther Ben Hania, una
experta en combinar ficción y documental para abordar temas sociales y
políticos. Cuenta un episodio atroz (uno de tantos) del genocidio de Gaza. El
29 de enero de 2024, Hind Rajab, una niña palestina de seis años de edad, huía
junto a sus dos tíos y sus cuatro primos después de que el ejército israelí
ordenara evacuar la zona donde vivía, el barrio gazatí de Tel al-Hawa. El coche
en el que viajaba había sido alcanzado por las balas y ella, la única
superviviente, estaba atrapada en su interior (junto a los cadáveres de sus
familiares) y rodeada de tanques. La película se basa en las conversaciones
telefónicas que la niña mantuvo con los voluntarios de la Media Luna Roja de Palestina,
implorando ayuda agónicamente. De hecho, la voz de la niña que se oye en la
película es en todo momento la voz real, como se acredita en el filme de forma
transparente. En un enfoque audaz, la realizadora sitúa la acción en las
oficinas del centro de emergencias y el punto de vista lo dan los actores que
recrean y dramatizan lo sucedido; la tensión y la impotencia que sienten al
intentar rescatarla (y encontrarse trabas por todas partes) las siente el
espectador en la misma medida. La voz de la niña, sin necesidad de verla, resulta
tremendamente impactante. Ya se sabe que el horror a veces es mejor no
mostrarlo, una voz suplicante es suficiente para generar desasosiego. Y esta
mezcla de realidad y ficción se entrelaza todavía más cuando en un momento dado
se ve a través de la pantalla de un teléfono móvil a los auténticos operadores
del centro de emergencias mientras se distinguen de fondo a los actores que los
interpretan en la película. Imposible no emocionarse o indignarse con lo que se nos
cuenta, por muy tristemente conocido que nos resulte. El cine (el gran cine) sirve
para visibilizar lo que algunos querrían borrar.
"La voz de Gaza", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 6 de diciembre.
Asimismo, podéis leer la columna "La voz de Gaza", de Roberto Malo, en el enlace de la web del Periódico de Aragón que pongo a continuación:
https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2025/12/06/voz-gaza-124492144.html
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