En mi sueño David Broncano y Pablo Motos me invitan a
sus programas televisivos. Y me llegan las invitaciones casi a la vez. Al
parecer, los dos están muy interesados en tenerme en sus programas. La Revuelta
y El Hormiguero suspiran por mis huesos. Me siento halagado y asombrado, pero
al mismo tiempo me asalta un dilema moral. Un presentador me cae mejor que otro
(yo también he caído en tomar partido, ay), pero cuesta mucho decir que no a la
gente. Al fin y al cabo, soy un esclavo de la promoción y mi arte debería estar
por encima de gustos y tendencias. Salir en unos programas con tantos millones
de espectadores supone todo un trampolín. Y yo necesito un buen trampolín, vaya
que sí. Mis libros y mis cuentacuentos se dispararían por las nubes. Y el
rechazar sus invitaciones sería como dispararme en un pie. Hago como Ana Mena y
voy a los dos programas, claro que sí, me digo para mis adentros. Voy a trancas
y barrancas si hace falta, pero debo ir, me digo a mí mismo, convenciéndome a
regañadientes. Así que me pongo mi mejor camiseta con el apellido bien aparente
y mi mejor vaquero y me voy a la tele, hecho un pincel. Cuando llego a La
Revuelta me sientan en el teatro en primera fila, para que vea bien el programa,
me dicen. Descubro entonces, asombrado, que me han invitado como público. “¿No
me va a entrevistar Broncano entonces?”, preguntó humillado, “¿No sabéis quién
soy?”. “Sabemos perfectamente quién eres”, me dice el regidor, “Eres de los
pocos columnistas que no ha hablado de la guerra de audiencias actual.
Esperamos que tras ver el programa te redimas de semejante olvido y escribas
una buena columna”, dice guiñándome el ojo. Mierda, me han engañado como a un
chino. No tengo mi momento de gloria ni en los sueños, está visto. Bueno,
seamos positivos: no voy a tener que responder a las preguntas del sexo y el
dinero.
"La audiencia dividida", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy jueves 10 de octubre.
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