Salgo chorreando sangre del cine, pero ha merecido la
pena. Qué barbaridad de película, madre mía. Salgo de ver La sustancia, cinta escrita y dirigida por la cineasta francesa
Coralie Fargeat, que ya con su anterior trabajo, Revenge, nos dejó muy claro su gusto por la hemoglobina y por
realizar un cine feminista y salvaje. Le tenía muchas ganas a La sustancia; fue la sensación en el
Festival de Cannes, recibiendo elogios por doquier y el premio al mejor guión,
y la película, una vez estrenada en la cartelera, ha colmado todas mis
expectativas. Es una sátira feroz sobre la cosificación de la mujer, impactante
y visualmente deslumbrante, una suerte de El
retrato de Dorian Gray hiperbólico, una cinta de ciencia ficción y terror
que tiene todos los números para convertirse en un clásico de culto.
Protagonizada por una renacida Demi Moore, que no se prodiga mucho en el cine
actualmente. La última vez que la vi fue en la comedia El insoportable peso de un talento descomunal, haciendo de sí
misma. Y en esta ocasión, bueno, no hace de sí misma, pero el papel parecería
escrito expresamente para ella, y se entrega en cuerpo y alma, pergeñando uno
de los mejores trabajos de su carrera. Le acompaña su alter ego joven, una
maravillosa Margaret Qualley, que tras la bizarra Kinds of Kindness redondea un año redondo (valga la redundancia). Y
las dos engrandecen esta deliciosa locura, que además es un festín de
referencias cinéfilas. Los nombres de David Cronenberg, David Lynch y Stanley
Kubrick nos vienen a la cabeza en muchos momentos, e incluso hay guiños a Vértigo, La cosa, Carrie... No se
la pierdan, a no ser que tengan el estómago sensible, que en ese caso, me temo,
pasarán un mal rato. En cualquier caso, es una película con estrella (de la
fama: el arranque y el final son sencillamente magistrales). Más películas con
sustancia, por favor.
"Cine con sustancia", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy jueves 17 de octubre.
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