Qué carisma
tenía, madre mía. Con su chupa de cuero, sus botas, su tupé imposible. Mauricio
Aznar era un romántico, un Quijote en bicicleta, y siempre me pareció, por su
poesía apegada a la tierra, por su actitud socarrona, como un Labordeta
rockero; de hecho el abuelo era muy fan de Más birras y les mandó la letra de
una canción preciosa, como se puede leer en el libro Más birras. Del barrio a la leyenda, escrito por Jorge Martínez. Tuve la suerte de ver bastantes veces
a los Más birras en directo; recuerdo con especial cariño un concierto en la
sala En Bruto, el de la Romareda, toda una juerga, y, cómo no, el emotivo
último concierto en la Agrupación de Peñas Populares en las Fiestas del Pilar.
Leer a veces es recordar conciertos. Asimismo, leyendo el libro de Jaime
González, Mauricio Aznar y Almagato. La
historia, he recordado algún otro. Alicia Fernández comenta un concierto
solidario que tuvo lugar en el Teatro Principal, en cuyo cartel figuraban Javier
Krahe, José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell o el propio Mauricio, y me
digo: eh, allí también estuve. Y viendo La
estrella azul, el peliculón de Javier Macipe, hay una escena de un
concierto en La Campana de los Perdidos, con un Rodo estelar, que casi juraría
haber vivido tal cual. Ay, la magia del cine. El actor Pepe Lorente se mete en
la piel de nuestro héroe a la perfección, y me encanta que su marcado acento
maño vaya a dar la vuelta al mundo. La película lo merece. Tiene momentos
maravillosos, como esa escena en un bar en el que la música se materializa
mágicamente. No me extraña que le lluevan premios, aplausos y críticas
excelentes. Con su arriesgada puesta en escena, su sonido directo espectacular
y su exquisita sensibilidad, es muy difícil no caer rendido a sus encantos. Me
alegro por Mauricio, de corazón. Ya no es solamente un mito local, es una
leyenda universal.
"Mauricio eterno", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 2 de marzo.
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