1
Me dejé atropellar delante de ella para llamar su atención, pero lamentablemente el autobús me arrastró cincuenta metros por el duro asfalto y la dejó a ella muy atrás. Un anciano que estaba en la acera vino en mi ayuda en su lugar.
2
Al salir del hospital, dos meses después, lo intenté de nuevo. Me tiré del puente por el que ella paseaba, pero en lugar de caer en el agua turbia del río caí encima de una lancha que pasaba por allí y me llevó hasta tres puentes más allá.
3
Al salir del hospital, tres meses después, lo intenté otra vez. Me disparé a la cabeza con una pistola descargada delante de ella mientras caminaba por la calle, pero un policía algo nervioso me disparó sin pensarlo al verme armado (en cuatro ocasiones y con aceptable puntería). Para más inri, se me llevaron los enfermeros sin que ella pudiera decirme ni una palabra.
4
Al salir del hospital, cuatro meses después, lo intenté de nuevo. Me ahorqué de un árbol en el parque por el que ella hacía footing, pero la rama se rompió y yo me rompí las dos piernas. Un gordo que hacía aerobic vino en mi ayuda en vez de ella.
5
Al salir del hospital, cinco semanas después, lo intenté otra vez. Me tomé cincuenta pastillas y un vaso de agua en la cafetería en la que ella bebía un batido de chocolate, pero incomprensiblemente las pastillas no me hicieron ningún efecto. Sin embargo, ocurrió algo más extraño todavía: ella se acercó a mí y me dijo que le sonaba mi cara. También me preguntó si quería conocer su apartamento. Entonces, supongo que por la sorpresa y la emoción, me vino una arcada inoportuna y le vomité encima las cincuenta pastillas pasadas por agua. Más extraño todavía: a pesar de mi afirmación espasmódica, acabamos haciendo el amor en el dormitorio de su apartamento, y además fue una experiencia sublime, el momento más dulce de mi desgraciada vida. Luego (siempre he tenido muy buen ojo para enamorarme) me enteré de que ella tenía el sida. Me enteré, evidentemente, porque me lo pegó. Mi suicidio definitivo, ahora sí, había comenzado.
Me dejé atropellar delante de ella para llamar su atención, pero lamentablemente el autobús me arrastró cincuenta metros por el duro asfalto y la dejó a ella muy atrás. Un anciano que estaba en la acera vino en mi ayuda en su lugar.
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Al salir del hospital, dos meses después, lo intenté de nuevo. Me tiré del puente por el que ella paseaba, pero en lugar de caer en el agua turbia del río caí encima de una lancha que pasaba por allí y me llevó hasta tres puentes más allá.
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Al salir del hospital, tres meses después, lo intenté otra vez. Me disparé a la cabeza con una pistola descargada delante de ella mientras caminaba por la calle, pero un policía algo nervioso me disparó sin pensarlo al verme armado (en cuatro ocasiones y con aceptable puntería). Para más inri, se me llevaron los enfermeros sin que ella pudiera decirme ni una palabra.
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Al salir del hospital, cuatro meses después, lo intenté de nuevo. Me ahorqué de un árbol en el parque por el que ella hacía footing, pero la rama se rompió y yo me rompí las dos piernas. Un gordo que hacía aerobic vino en mi ayuda en vez de ella.
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Al salir del hospital, cinco semanas después, lo intenté otra vez. Me tomé cincuenta pastillas y un vaso de agua en la cafetería en la que ella bebía un batido de chocolate, pero incomprensiblemente las pastillas no me hicieron ningún efecto. Sin embargo, ocurrió algo más extraño todavía: ella se acercó a mí y me dijo que le sonaba mi cara. También me preguntó si quería conocer su apartamento. Entonces, supongo que por la sorpresa y la emoción, me vino una arcada inoportuna y le vomité encima las cincuenta pastillas pasadas por agua. Más extraño todavía: a pesar de mi afirmación espasmódica, acabamos haciendo el amor en el dormitorio de su apartamento, y además fue una experiencia sublime, el momento más dulce de mi desgraciada vida. Luego (siempre he tenido muy buen ojo para enamorarme) me enteré de que ella tenía el sida. Me enteré, evidentemente, porque me lo pegó. Mi suicidio definitivo, ahora sí, había comenzado.
16 comentarios:
Todo esto no son más que patrañas sin fundamento. Me siento insultado. Follar, pa qué?
Un final social? Una apuesta por el humor? un pique between escritores? Oiga, Roberto, oiga, lo que le tengo que decir…
Alison
Cada día regaba el jardín, Alison, la niña; parecía una muñeca de porcelana, tan frágil y ausente. Yo la miraba con ojos de compasión, aunque eso no debiera darse, ya anciano, esos momentos no podían pagarse con oro, y yo descubrí pronto que aprendería de Alison a ser un buen abuelo.
Menudo cuento tienes...
Doh! /_\
De todas formas, siempre es peor quedarse de pagafantas...
Es verdad, siempre hay casos peores...
Quien la sigue la consigue. Saludos.
Muy divertido y muy original, como siempre nos tienes acostumbrado Roberto. La verdad es que la tía tenía muy mala leche ¿no?
Hola Roberto
Soy Terence Hill.
Me encanta tu blog.
¿Cuando vas a poner fotos de Venecia, mi ciudad?
Me ha gustado mucho leerte y ahora que tengo tiempo libre (acabo de rodar Doc West, donde hago de Minessota West) me he puesto a leer tus libros. Me los ha pasado paso Jean Paul (Belmondo), que a su vez se los había pasado Julio (Coloma) en el rodaje de "Donde están los parlantes" y dice que son una maravilla.
Hala! Un abrazo.
Terence
Hola, Manchas, viva el refranero.
Hola, Marcos, difruta mucho por Jaca. Lástima que este año no coincidamos.
Hola, Terence, espero poner fotos de Venecia en breve, claro que sí, que he estado un par de veces y me encanta.
Saludos a Jean Paul y Julio.
Hola Roberto!
¿Cómo estas?
Soy Marc Singer.
Me encantan tus relatos y soy tu fan número 1 en Canadá.
¿No habrá por casualidad un papelito para mé en "Los guionistas"?
Hola, Marc, qué gran serie la de "V".
Si "Los guionistas" se lleva al cine, ya te propondré, ya (pero supongo que no me harán ni caso, ya sabes cómo es esto).
¡Y viva Canadá!
Hola, Roberto. Soy el capitán Blood y tengo que decirte que a una tipa así, habría que pasarla por la quilla sin miramiento alguno.
Capitán Blood, no tienes piedad...
Contra el destino no hay quien luche, ¡tiene bemoles!
Besicos.
Pues sí, el destino es lo que tiene...
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