Hay un chiste que dice: “Me encanta
jugar al póker y perder”. “¿Y ganar?”. “Ganar tiene que ser la bomba, tú”. Me
pasa lo mismo cuando me nominan a algún premio. Me encanta ser nominado y
perder. ¿Y ganar? Ganar tiene que ser maravilloso. A ver, algunas veces he
ganado algún premio literario, todo hay que decirlo, pero las veces en que un
servidor ha perdido siempre superan a las que uno resulta por fin victorioso.
Lo importante es que cuenten contigo, suelo pensar, que se acuerden de uno. Ciertamente,
tras ser nominado, que ya es una alegría, luego el resultado es una suerte de
lotería. Un año te puede caer, te dices, otro año no. Y hay que saber perder.
Perder olímpicamente, vamos. Por otro lado, dicen que se aprende más de los
fracasos que de las victorias. Yo he aprendido mucho entonces, algo que me
llevo. Hoy sábado veré por televisión la ceremonia de los Premios Goya, como
hago todos los años, es una tradición imperdible que siempre depara buenos momentos.
Sin embargo, aunque la vendan como la gran fiesta del cine español, lo cierto
es que solamente una quinta parte de los nominados se va finalmente con trofeo.
Las galas de premios son como una boda y cuatro funerales. Tienes que dar la
enhorabuena a los pocos premiados y consolar a los muchos derrotados. Otra vez
será, se repite como un mantra (y a veces no hay una próxima vez, ese es el verdadero
drama). Hay quien no va a la gala porque cree que no va a ganar y así se ahorra
el disgusto. Hay quien no va (esto es más triste) porque te han cancelado por
irte de la lengua en las entrevistas o por no borrar las barbaridades que
escribiste en las redes sociales hace no tantos años. Un consejo para prevenir estos
casos: intenta conceder las menos entrevistas posibles, piensa antes de hablar
y piensa antes de escribir, que las palabras las carga el diablo. Hay quien no
va a la gala por tener trabajo ese día (es la mejor excusa, que el trabajo es
lo primero) y hay quien no va por tener la gripe (una pena, Penélope). Este año
ha habido un montón de buenas películas, ha sido un gran año fílmico. Ojalá se
repartieran los premios equitativamente y les tocara un trocito de gloria a
cada una de esas grandes películas, aunque resulte un pensamiento ilusorio y pueril.
En cualquier caso, vivan los nominados. Ganar está sobrevalorado.
"Vivan los nominados", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 8 de febrero.
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