En mi sueño es el 22 de diciembre por
la mañana y veo el sorteo de la Lotería de Navidad por televisión. Me encuentro
en mi casa, sosteniendo un número de lotería con manos temblorosas. Se nota que
es un sueño porque yo nunca veo el sorteo en el mundo real; me toca trabajar
siempre a esas horas mañaneras, los animadores no paramos en las fechas
navideñas, y además solamente veo en casa series y películas. En estos tiempos
no pongo la tele para ver otra cosa. No sé si por salud mental o por vicio,
pero así es. Pero volvamos al sueño, que me voy por las ramas de la vigilia. Como
en todo buen sueño, los niños de San Ildefonso cantan el número de lotería que
yo sostengo en las manos, cada vez más temblorosas. Cantan muy bien,
ciertamente, no se dejan de cantar ni uno de los números que yo contemplo, entre
atónito y eufórico. ¡Me ha tocado! ¡Me ha tocado El Gordo! Supongo que es un
sueño muy recurrente. Hay veces que me ha tocado la lotería en sueños sin haber
jugado ningún número; ahí también se delata el sueño como tal. La efímera
alegría dura solo unos instantes. Luego, dentro del propio mundo onírico soy
consciente de que eso no es real y me derrumbo, me vengo abajo. Resulta muy
deprimente. Tal vez la Lotería Nacional se mete en mi mente para darme
esperanzas y así animarme a comprar algún número, a ver si hay suerte y se
convierte en un sueño premonitorio. Hay que luchar por los sueños, nos dicen,
nos bombardean con ese tipo de mensajes. Y si mi sueño es que me toque la
lotería, ¿no tendría que tentar al destino con al menos un décimo? Es todo un
dilema moral. Por principios me suelo negar a participar en cualquier tipo de
juego de azar. Las leyes de la probabilidad están en mi contra. Y soy de los
que se conforman con tener amor y salud. Pero si los sueños me mandan señales,
igual me animo, venga. Suerte con la lotería de la vida.
"Sueños de lotería", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy jueves 19 de diciembre.
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