Hoy,
13 de abril, se celebra el Día Internacional del Beso. Esto es así desde el año
2013, como homenaje al beso más largo que se ha registrado en la historia, que
tuvo lugar ese año en un concurso en Tailandia. Participaban parejas casadas o
consolidadas y el objetivo era permanecer besándose el mayor tiempo posible. La
pareja que batió el Récord Guiness Mundial con el beso más largo estuvo 58
horas, 35 minutos y 58 segundos sellando sus labios. Recibieron de premio 3.300
dólares y dos anillos de diamantes. Como uno es un profesional y se documenta a
fondo, he visto varios vídeos de este surrealista concurso. Las parejas no
pueden sentarse (están de pie), no pueden dormirse, para hidratarse pueden
beber con pajitas por un lado pero sin despegar las bocas y al baño tienen que
ir juntos y manteniendo los labios unidos en todo momento. Vamos, que las
imágenes son todo menos románticas. Pero si esa dudosa gesta sirve para
reivindicar los besos lo veo fenomenal. Hay que besarse más, claro que sí.
Besarse es muy saludable. Un beso apasionado fortalece el sistema inmunológico,
mejora la circulación sanguínea e incrementa la autoestima. Las personas que
besan con mucha frecuencia tienden a vivir más años y a sufrir menos
enfermedades. Es natural; al besar liberamos hormonas y endorfinas, que ayudan
a disminuir los niveles de estrés y ansiedad. La filematología es la ciencia
que se dedica a estudiar los besos y a los investigadores de esta curiosa
disciplina se les denomina osculogistas. Me he equivocado de profesión, sin
duda. Lo bien que quedaría decir: hola, buenas, soy osculogista. Por cierto,
leo que una persona besa de promedio unos 20.000 minutos a lo largo de su vida.
Pocos minutos me parecen, la verdad. Habrá que mejorar ese promedio, pero sin
necesidad de salir en “ese libro de excesos que hay en inglés”, como diría
Javier Krahe. Muchos besos a todos.
"Columna de besos", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 13 de abril.
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