Teresa la
encontró mientras limpiaba el cuarto de su hijo. Había abierto un cajón y ahí
estaba, a la vista.
-¡Manolo!
–chilló-. ¡Veeen!
Manolo llegó
casi corriendo.
-¿Qué sucede?
¿Por qué gritas de esa manera?
-Mira –le dijo
mientras le enseñaba la revista.
Manolo la
cogió.
-Estaba en su
cajón –aclaró Teresa.
-¿Por qué tiene
“esto” nuestro hijo? ¿Estás pensando lo mismo que yo?
-Oh, Manolo,
tiene sólo dieciséis años. ¿Qué le ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal?
-Bueno, bueno,
no hay que alarmarse. Puede tener una aclaración lógica. Quizás se la haya dado
un pervertido y, como nuestro hijo es un pedazo de pan, no habrá sabido decir
que no y se la habrá quedado.
-Pero Manolo,
¿sabes lo que significa el que tenga esta revista?
-Venga, cariño,
eso no lo quiero ni pensar. No me lo puedo creer. Tiene que haber una
explicación, por muy retorcida que sea... Y en cuanto venga, eso sí, se lo
tenemos que decir.
-Sí, hay que
hablarlo con el chico, largo y tendido si hace falta...
En ese momento
sonó el timbre de la puerta. Teresa y Manolo dieron un respingo.
-Será el tío
Cristóbal –tranquilizó Teresa-. Me avisó de que vendría.
-Ya voy a
abrir.
Manolo abrió y
entró Cristóbal.
-Buenas tardes
–saludó Cristóbal afablemente-. ¿Qué tal, Manolo?
-Mal. Pasa,
pasa. Ahora te explicaremos.
-Vaya, ¿de qué
se trata?
-Siéntate en el
sofá, anda –le indicó Manolo.
Cristóbal se
sentó en el cuarto de estar y Teresa entró en la habitación.
-Hola, Teresa.
-Hola,
Cristóbal.
Pasó un ángel.
-Bueno, ¿qué es
lo que sucede? –preguntó el tío Cristóbal, algo preocupado al observar tantas
caras largas.
-No sé cómo
empezar... –habló Manolo-. En fin..., no es seguro..., pero quizá sea que...,
aunque...
-Oh, diablos,
¿qué pasa? –volvió a preguntar Cristóbal-. Al grano, coño. Me estáis poniendo
nervioso.
-Verás –siguió
Manolo-, hemos encontrado en el cajón de Ismael una revista.
-¿Una revista?
¿Qué clase de revista?
-Pornográfica
–sentenció Manolo.
Cristóbal soltó
una carcajada.
-¡Tanta
preocupación por una revista porno! –dijo riendo-. Cielos, mi hijo pequeño me
pasa todos los Playboy y Penthouse que tiene. Y coño, salen unas tías
increíbles, estupendas. No es tonto mi hijo, no.
Teresa y Manolo
lo observaban sin pestañear, con una expresión que parecía que lo estrangularan
con la mirada.
-¿Qué sucede?
¿He dicho algo raro? Vamos, me parece normal que el chico...
-Cristóbal,
escucha –interrumpió Manolo-. La revista que hemos encontrado no es un Playboy
ni un Penthouse.
-Vaya, pues son
buenas –lamentó Cristóbal sonriendo.
-Se trata
–siguió Manolo- de una revista para homosexuales.
Cristóbal se
quedó sin habla. Tragó saliva y casi se le salió la nuez.
-Pero..., es un
chico normal, no puede ser. Tiene que haber una explicación... ¿Dónde tenéis la
revista?
-En su cuarto.
-Dejádmela ver.
Al momento la
trajo Teresa. Cristóbal la hojeó con detenimiento.
-Coño, no sale
ninguna tía –dijo con cara de enfado.
-Cristóbal,
esto es serio. No bromees –le espetó Teresa.
-Vale, vale
–asintió-. En fin, creo que han podido ocurrir muchas cosas –opinó
serenamente-. Por ejemplo, quizás la tenga por curiosidad, por informarse. No
tiene que ser homosexual por tener una revista de homosexuales. O quizás no se
fijó en que era una revista para gays y le parece mal tirarla. O quizás se la
haya metido algún bromista en la carpeta sin enterarse él o, bueno, mil cosas.
-¡Claro que sí!
–asintió Manolo-. Es un chico encantador, no fuma, no bebe, es aplicado en los
estudios y más bueno que nadie. No puede ser maricón.
-Aunque...
ahora que lo pienso –empezó a decir Teresa, con voz medrosa-, siempre me ha
parecido algo rarito el amigo de Ismael.
-¿Qué amigo?
–preguntó Cristóbal.
-Uno con el que
ha venido varias veces a casa a estudiar –explicó Teresa-. Se llama Óscar.
Tiene la voz muy rara, muy suave, como la de una chica. Y me he fijado que
tiene un agujero en la oreja, aunque nunca lo he visto con pendiente.
-Seguro que es
homosexual –opinó Manolo-. Y ahora, habrá pervertido a nuestro hijo.
-Claro que
aunque lo hubiera pervertido... –empezó a decir Cristóbal-, aún estamos a
tiempo de corregirlo. Lo llevo a un sitio que yo me sé, y ya veréis como irá
por el buen camino –aseveró sonriendo-. Por cierto, ¿cuándo va a venir?
-Debe de estar
al llegar –dijo Teresa-. A esta hora sale del instituto.
-Bien, recordad
que le tenéis que hablar del tema como a un hombre. Ya no es un crío –matizó
Cristóbal.
-Y como no me
explique lo de la revista, lo vuelvo hombre a bofetadas –bramó Manolo.
-De pegarle
nada –corrigió Teresa.
-Sí, así sale,
consintiéndole todo y siempre pegado a tus faldas.
-¿Cómo te
atreves a...?
El sonido del
timbre acabó con la discusión.
-¡Es él!
–exclamó Manolo-. ¡La revista!
-Dejadla a la
vista –dijo Cristóbal-. Así veremos cómo reacciona al verla.
Teresa fue
hacia la puerta. Respiró hondamente, tomó fuerzas y abrió.
-Hola, madre
–saludó Ismael al pasar-. Vengo con Óscar; tenemos que hacer un trabajo.
Teresa miró con
odio a Óscar, simulando una sonrisa.
-Pasad, pasad.
Está tu tío en el cuarto de estar.
Los muchachos
entraron en la habitación.
-Hola, tío.
Hola, padre –saludó Ismael-. Éste es Óscar, no sé si lo conocéis. Venimos a
hacer un trabajo para el instituto.
Sus ojos se
posaron en la revista.
-Vaya, veo que
habéis visto la revista –dijo el chaval tranquilamente-. Os lo iba a decir; es
para el trabajo de ética que tenemos que hacer ahora. El tema es la
homosexualidad y para sacar datos e información hemos cogido ésta. Queremos
hacer un buen trabajo, bien documentado, y seguro que conseguimos un
sobresaliente.
Ismael cogió la
revista mientras sus padres lo miraban asombrados.
-Nos vamos a mi
cuarto –dijo Ismael-. Tenemos que entregar el trabajo pasado mañana.
-Bien, bien,
iros a hacer el trabajo –dijo Teresa ya más tranquila.
Los chicos se
fueron.
-Qué tontos
hemos sido –susurró Teresa-. No sé cómo hemos podido dudar de nuestro hijito.
-Qué estudioso
que es –sonrió Manolo-. Todo se lo toma tan en serio... Ahora, ¡vaya trabajitos
que les mandan en ética!
-Sí, menudo
instituto –consideró Cristóbal-. En vez de hablar de libertad, ecología y esas
cosas, les hacen hablar de la homosexualidad.
Los chicos llegaron
a la habitación.
-Te dije que
guardaras bien la revista –dijo Óscar-. Tus padres habrán pensado...
-Que piensen lo
que quieran –dijo Ismael sin preocuparse en absoluto.
-Bueno, bueno.
¿Empezamos el trabajo de la homosexualidad?
-Está hecho ya
–dijo Ismael-. Lo hice ayer yo solo. ¿No te importa, verdad?
-Claro... no me
importa. Confío en ti. Sé que lo habrás hecho muy bien. ¿Qué hacemos entonces?
-Hagamos el
amor –dijo Ismael en voz baja.
-¿Y si hoy
vienen tus padres?
-Ya sabes que
nunca han venido a molestarnos –dijo mientras lo abrazaba.
El tío
Cristóbal, Teresa y Manolo seguían en el cuarto de estar.
-Voy a ver los
chicos –dijo Cristóbal al cabo de un rato-, a ver cómo hacen el trabajo.
-Ve, ve –dijo
Manolo-. Ya verás cómo trabajan.
Cristóbal se levantó
y salió de la habitación. En realidad, no le había convencido la explicación de
Ismael y además había notado algo raro en Óscar, algo anormal, por lo que la
cosa le olía mal. Si bien sus padres no dudaban ya de su hijo, él empezaba a
tener serias dudas.
Empezó a
recorrer el pasillo de puntillas; se sentía como un espía. Pronto llegó a la
puerta del cuarto de Ismael; estaba cerrada. Se acercó muy despacio y apoyó la
oreja en la puerta. Se sentía ridículo haciendo algo así, pero un sexto sentido
le indicaba que algo no andaba demasiado bien.
Lo que oyó le
hizo quedarse de una pieza.
Retrocedió lo
andado sigilosamente y llegó al cuarto de estar como si hubiera oído su propia
sentencia de muerte.
-¿Qué tal
llevan el trabajo? –le preguntó Teresa.
-No están
haciendo el trabajo –dijo Cristóbal seriamente.
-¿Cómo? ¿Qué
hacen entonces? –inquirió Manolo.
-No lo sé. No
los he visto.
-¿Cómo que no
los has visto? –se extrañó Teresa.
-Antes de
entrar, he creído oportuno acercarme a la puerta y oír lo que hacían.
-¿Y qué has
oído? –preguntó Teresa bastante alarmada.
-Gemidos y
jadeos –respondió Cristóbal con la mirada fija en el suelo.
Teresa y Manolo
se miraron asombrados.
-¡Oh, no!
–exclamó Teresa, poniéndose en pie.
-¡En nuestra
propia casa! –bramó Manolo-. ¡Esto es demasiado! ¡Mi hijo un maricón!
-Creo que
debemos ir a su cuarto –opinó Cristóbal abatido.
-¡Por supuesto!
–puntualizó Manolo-. ¡Vamos!
Los tres
recorrieron aturulladamente el pasillo y abrieron de golpe la puerta del cuarto
del delito.
Y vieron a los
dos muchachos desnudos, tumbados en la cama, haciendo el amor. Al verse
sorprendidos, se separaron muy avergonzados.
Manolo, Teresa
y Cristóbal miraron asombrados al que conocían por Óscar.
-Pero... si es
una chica –dijo Manolo, sin creérselo él mismo-. Mirad, tiene tetas, coño...
-Y cómo está la
chica –apuntó Cristóbal.
-Es ya una
mujercita –corroboró Teresa.
La chica se
tapó su cuerpo con las manos.
-¿Qué significa
esto? –preguntó Manolo a Ismael-. Supongo que nos debes una explicación.
Ismael tragó
saliva.
-Os debo...
pedir perdón... Lo siento. Os he engañado... No se llama Óscar –explicó tomando
de la mano a la chica que estaba a su lado-. Se llama Ana. Salimos desde hace
un tiempo. Pensamos que, si se hacía pasar por un chico, podríamos amarnos aquí
en casa, sin levantar sospechas.
Teresa y Manolo
intercambiaron una mirada de alivio.
-Pero no tenías
por qué ocultárnoslo –dijo Teresa dulcemente, como quien habla con un niño muy
pequeño-. Nosotros lo entendemos. Es normal que hagáis estas cosas. No nos
parece mal.
-Claro, podéis
follar todos los días que queráis –dijo Manolo tan sonriente como si le hubiera
tocado la lotería-. Sí, sí, cuando os apetezca os venís aquí y ¡a joder!, que
son dos días.
Ana e Ismael se
miraron alucinados.
-Incluso si se
quiere quedar a dormir contigo, pues que se quede –siguió diciendo Manolo-. Como si fuera de
la familia.
-Estoy muy
orgulloso de ti –dijo Cristóbal-. Parece una gran chica.
-Bueno, os
dejamos –dijo Teresa, yendo hacia la puerta.
-No os
preocupéis por nosotros –dijo Manolo-. Vosotros, a lo vuestro.
Los tres
salieron, cerrando la puerta tras de sí.
Ana e Ismael se
miraron totalmente perplejos, sin poder articular palabra.
-No sabía que
tuvieras unos padres tan liberales –dijo ella al rato.
-Tampoco yo
–dijo él, todavía sorprendido.
6 comentarios:
Decir que me ha gustado, sería quedarme corto, una tropelía al buen gusto. Es fantástico, y sin peloteo, ya no tengo edad para esas cosas ni me pagas los suficiente (xD). En serio, me ha encantado, Roberto. Escribes genial y no me extraña el éxito de tus libros (entre otros logros, claro). Mi enhorabuena y quedo a la expectación de seguir leyendo. Un saludo.
Ya lo dijo Aquel (no Raphael, sino el otro..., aunque ahora algunos tonsurados digan que no lo dijo, o que cuando lo dijo así no quiso decirlo así, tú ya me entiendes): "Follad". O en su versión literaria: "creced y multiplicaos".
Gracias por tus palabras, Ginés, tienes un gusto exquisito.
Pues sí, Alfredo, es un buen consejo... Ahora y siempre.
Sí, sí... muy liberales... Me ha gustado mucho, Roberto.
El final es "liberador", sí... Un abrazo, Marcos.
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