domingo, 22 de julio de 2012

LA REVISTA ACUSADORA





Teresa la encontró mientras limpiaba el cuarto de su hijo. Había abierto un cajón y ahí estaba, a la vista.
-¡Manolo! –chilló-. ¡Veeen!
Manolo llegó casi corriendo.
-¿Qué sucede? ¿Por qué gritas de esa manera?
-Mira –le dijo mientras le enseñaba la revista.
Manolo la cogió.
-Estaba en su cajón –aclaró Teresa.
-¿Por qué tiene “esto” nuestro hijo? ¿Estás pensando lo mismo que yo?
-Oh, Manolo, tiene sólo dieciséis años. ¿Qué le ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal?
-Bueno, bueno, no hay que alarmarse. Puede tener una aclaración lógica. Quizás se la haya dado un pervertido y, como nuestro hijo es un pedazo de pan, no habrá sabido decir que no y se la habrá quedado.
-Pero Manolo, ¿sabes lo que significa el que tenga esta revista?
-Venga, cariño, eso no lo quiero ni pensar. No me lo puedo creer. Tiene que haber una explicación, por muy retorcida que sea... Y en cuanto venga, eso sí, se lo tenemos que decir.
-Sí, hay que hablarlo con el chico, largo y tendido si hace falta...
En ese momento sonó el timbre de la puerta. Teresa y Manolo dieron un respingo.
-Será el tío Cristóbal –tranquilizó Teresa-. Me avisó de que vendría.
-Ya voy a abrir.
Manolo abrió y entró Cristóbal.
-Buenas tardes –saludó Cristóbal afablemente-. ¿Qué tal, Manolo?
-Mal. Pasa, pasa. Ahora te explicaremos.
-Vaya, ¿de qué se trata?
-Siéntate en el sofá, anda –le indicó Manolo.
Cristóbal se sentó en el cuarto de estar y Teresa entró en la habitación.
-Hola, Teresa.
-Hola, Cristóbal.
Pasó un ángel.
-Bueno, ¿qué es lo que sucede? –preguntó el tío Cristóbal, algo preocupado al observar tantas caras largas.
-No sé cómo empezar... –habló Manolo-. En fin..., no es seguro..., pero quizá sea que..., aunque...
-Oh, diablos, ¿qué pasa? –volvió a preguntar Cristóbal-. Al grano, coño. Me estáis poniendo nervioso.
-Verás –siguió Manolo-, hemos encontrado en el cajón de Ismael una revista.
-¿Una revista? ¿Qué clase de revista?
-Pornográfica –sentenció Manolo.
Cristóbal soltó una carcajada.
-¡Tanta preocupación por una revista porno! –dijo riendo-. Cielos, mi hijo pequeño me pasa todos los Playboy y Penthouse que tiene. Y coño, salen unas tías increíbles, estupendas. No es tonto mi hijo, no.
Teresa y Manolo lo observaban sin pestañear, con una expresión que parecía que lo estrangularan con la mirada.
-¿Qué sucede? ¿He dicho algo raro? Vamos, me parece normal que el chico...
-Cristóbal, escucha –interrumpió Manolo-. La revista que hemos encontrado no es un Playboy ni un Penthouse.
-Vaya, pues son buenas –lamentó Cristóbal sonriendo.
-Se trata –siguió Manolo- de una revista para homosexuales.
Cristóbal se quedó sin habla. Tragó saliva y casi se le salió la nuez.
-Pero..., es un chico normal, no puede ser. Tiene que haber una explicación... ¿Dónde tenéis la revista?
-En su cuarto.
-Dejádmela ver.
Al momento la trajo Teresa. Cristóbal la hojeó con detenimiento.
-Coño, no sale ninguna tía –dijo con cara de enfado.
-Cristóbal, esto es serio. No bromees –le espetó Teresa.
-Vale, vale –asintió-. En fin, creo que han podido ocurrir muchas cosas –opinó serenamente-. Por ejemplo, quizás la tenga por curiosidad, por informarse. No tiene que ser homosexual por tener una revista de homosexuales. O quizás no se fijó en que era una revista para gays y le parece mal tirarla. O quizás se la haya metido algún bromista en la carpeta sin enterarse él o, bueno, mil cosas.
-¡Claro que sí! –asintió Manolo-. Es un chico encantador, no fuma, no bebe, es aplicado en los estudios y más bueno que nadie. No puede ser maricón.
-Aunque... ahora que lo pienso –empezó a decir Teresa, con voz medrosa-, siempre me ha parecido algo rarito el amigo de Ismael.
-¿Qué amigo? –preguntó Cristóbal.
-Uno con el que ha venido varias veces a casa a estudiar –explicó Teresa-. Se llama Óscar. Tiene la voz muy rara, muy suave, como la de una chica. Y me he fijado que tiene un agujero en la oreja, aunque nunca lo he visto con pendiente.
-Seguro que es homosexual –opinó Manolo-. Y ahora, habrá pervertido a nuestro hijo.
-Claro que aunque lo hubiera pervertido... –empezó a decir Cristóbal-, aún estamos a tiempo de corregirlo. Lo llevo a un sitio que yo me sé, y ya veréis como irá por el buen camino –aseveró sonriendo-. Por cierto, ¿cuándo va a venir?
-Debe de estar al llegar –dijo Teresa-. A esta hora sale del instituto.
-Bien, recordad que le tenéis que hablar del tema como a un hombre. Ya no es un crío –matizó Cristóbal.
-Y como no me explique lo de la revista, lo vuelvo hombre a bofetadas –bramó Manolo.
-De pegarle nada –corrigió Teresa.
-Sí, así sale, consintiéndole todo y siempre pegado a tus faldas.
-¿Cómo te atreves a...?
El sonido del timbre acabó con la discusión.
-¡Es él! –exclamó Manolo-. ¡La revista!
-Dejadla a la vista –dijo Cristóbal-. Así veremos cómo reacciona al verla.
Teresa fue hacia la puerta. Respiró hondamente, tomó fuerzas y abrió.
-Hola, madre –saludó Ismael al pasar-. Vengo con Óscar; tenemos que hacer un trabajo.
Teresa miró con odio a Óscar, simulando una sonrisa.
-Pasad, pasad. Está tu tío en el cuarto de estar.
Los muchachos entraron en la habitación.
-Hola, tío. Hola, padre –saludó Ismael-. Éste es Óscar, no sé si lo conocéis. Venimos a hacer un trabajo para el instituto.
Sus ojos se posaron en la revista.
-Vaya, veo que habéis visto la revista –dijo el chaval tranquilamente-. Os lo iba a decir; es para el trabajo de ética que tenemos que hacer ahora. El tema es la homosexualidad y para sacar datos e información hemos cogido ésta. Queremos hacer un buen trabajo, bien documentado, y seguro que conseguimos un sobresaliente.
Ismael cogió la revista mientras sus padres lo miraban asombrados.
-Nos vamos a mi cuarto –dijo Ismael-. Tenemos que entregar el trabajo pasado mañana.
-Bien, bien, iros a hacer el trabajo –dijo Teresa ya más tranquila.
Los chicos se fueron.
-Qué tontos hemos sido –susurró Teresa-. No sé cómo hemos podido dudar de nuestro hijito.
-Qué estudioso que es –sonrió Manolo-. Todo se lo toma tan en serio... Ahora, ¡vaya trabajitos que les mandan en ética!
-Sí, menudo instituto –consideró Cristóbal-. En vez de hablar de libertad, ecología y esas cosas, les hacen hablar de la homosexualidad.
Los chicos llegaron a la habitación.
-Te dije que guardaras bien la revista –dijo Óscar-. Tus padres habrán pensado...
-Que piensen lo que quieran –dijo Ismael sin preocuparse en absoluto.
-Bueno, bueno. ¿Empezamos el trabajo de la homosexualidad?
-Está hecho ya –dijo Ismael-. Lo hice ayer yo solo. ¿No te importa, verdad?
-Claro... no me importa. Confío en ti. Sé que lo habrás hecho muy bien. ¿Qué hacemos entonces?
-Hagamos el amor –dijo Ismael en voz baja.
-¿Y si hoy vienen tus padres?
-Ya sabes que nunca han venido a molestarnos –dijo mientras lo abrazaba.
El tío Cristóbal, Teresa y Manolo seguían en el cuarto de estar.
-Voy a ver los chicos –dijo Cristóbal al cabo de un rato-, a ver cómo hacen el trabajo.
-Ve, ve –dijo Manolo-. Ya verás cómo trabajan.
Cristóbal se levantó y salió de la habitación. En realidad, no le había convencido la explicación de Ismael y además había notado algo raro en Óscar, algo anormal, por lo que la cosa le olía mal. Si bien sus padres no dudaban ya de su hijo, él empezaba a tener serias dudas.
Empezó a recorrer el pasillo de puntillas; se sentía como un espía. Pronto llegó a la puerta del cuarto de Ismael; estaba cerrada. Se acercó muy despacio y apoyó la oreja en la puerta. Se sentía ridículo haciendo algo así, pero un sexto sentido le indicaba que algo no andaba demasiado bien.
Lo que oyó le hizo quedarse de una pieza.
Retrocedió lo andado sigilosamente y llegó al cuarto de estar como si hubiera oído su propia sentencia de muerte.
-¿Qué tal llevan el trabajo? –le preguntó Teresa.
-No están haciendo el trabajo –dijo Cristóbal seriamente.
-¿Cómo? ¿Qué hacen entonces? –inquirió Manolo.
-No lo sé. No los he visto.
-¿Cómo que no los has visto? –se extrañó Teresa.
-Antes de entrar, he creído oportuno acercarme a la puerta y oír lo que hacían.
-¿Y qué has oído? –preguntó Teresa bastante alarmada.
-Gemidos y jadeos –respondió Cristóbal con la mirada fija en el suelo.
Teresa y Manolo se miraron asombrados.
-¡Oh, no! –exclamó Teresa, poniéndose en pie.
-¡En nuestra propia casa! –bramó Manolo-. ¡Esto es demasiado! ¡Mi hijo un maricón!
-Creo que debemos ir a su cuarto –opinó Cristóbal abatido.
-¡Por supuesto! –puntualizó Manolo-. ¡Vamos!
Los tres recorrieron aturulladamente el pasillo y abrieron de golpe la puerta del cuarto del delito.
Y vieron a los dos muchachos desnudos, tumbados en la cama, haciendo el amor. Al verse sorprendidos, se separaron muy avergonzados.
Manolo, Teresa y Cristóbal miraron asombrados al que conocían por Óscar.
-Pero... si es una chica –dijo Manolo, sin creérselo él mismo-. Mirad, tiene tetas, coño...
-Y cómo está la chica –apuntó Cristóbal.
-Es ya una mujercita –corroboró Teresa.
La chica se tapó su cuerpo con las manos.
-¿Qué significa esto? –preguntó Manolo a Ismael-. Supongo que nos debes una explicación.
Ismael tragó saliva.
-Os debo... pedir perdón... Lo siento. Os he engañado... No se llama Óscar –explicó tomando de la mano a la chica que estaba a su lado-. Se llama Ana. Salimos desde hace un tiempo. Pensamos que, si se hacía pasar por un chico, podríamos amarnos aquí en casa, sin levantar sospechas.
Teresa y Manolo intercambiaron una mirada de alivio.
-Pero no tenías por qué ocultárnoslo –dijo Teresa dulcemente, como quien habla con un niño muy pequeño-. Nosotros lo entendemos. Es normal que hagáis estas cosas. No nos parece mal.
-Claro, podéis follar todos los días que queráis –dijo Manolo tan sonriente como si le hubiera tocado la lotería-. Sí, sí, cuando os apetezca os venís aquí y ¡a joder!, que son dos días.
Ana e Ismael se miraron alucinados.
-Incluso si se quiere quedar a dormir contigo, pues que se quede   –siguió diciendo Manolo-. Como si fuera de la familia.
-Estoy muy orgulloso de ti –dijo Cristóbal-. Parece una gran chica.
-Bueno, os dejamos –dijo Teresa, yendo hacia la puerta.
-No os preocupéis por nosotros –dijo Manolo-. Vosotros, a lo vuestro.
Los tres salieron, cerrando la puerta tras de sí.
Ana e Ismael se miraron totalmente perplejos, sin poder articular palabra.
-No sabía que tuvieras unos padres tan liberales –dijo ella al rato.
-Tampoco yo –dijo él, todavía sorprendido.


6 comentarios:

Ginés J. Vera dijo...

Decir que me ha gustado, sería quedarme corto, una tropelía al buen gusto. Es fantástico, y sin peloteo, ya no tengo edad para esas cosas ni me pagas los suficiente (xD). En serio, me ha encantado, Roberto. Escribes genial y no me extraña el éxito de tus libros (entre otros logros, claro). Mi enhorabuena y quedo a la expectación de seguir leyendo. Un saludo.

39escalones dijo...

Ya lo dijo Aquel (no Raphael, sino el otro..., aunque ahora algunos tonsurados digan que no lo dijo, o que cuando lo dijo así no quiso decirlo así, tú ya me entiendes): "Follad". O en su versión literaria: "creced y multiplicaos".

roberto dijo...

Gracias por tus palabras, Ginés, tienes un gusto exquisito.

roberto dijo...

Pues sí, Alfredo, es un buen consejo... Ahora y siempre.

Marcos Callau dijo...

Sí, sí... muy liberales... Me ha gustado mucho, Roberto.

roberto dijo...

El final es "liberador", sí... Un abrazo, Marcos.