A veces, cuando estoy trabajando en la mina, escucho voces. Voces en mi cabeza. Y siempre me sucede estando en la séptima galería. Ni el fragor de las máquinas consigue acallarlas... Recuerdo perfectamente lo que ocurrió hace unos años en la séptima galería. Ninguno de los que sobrevivimos a semejante tragedia lo podrá olvidar mientras viva. Y los compañeros que no sobrevivieron, por otro lado, me lo recuerdan constantemente. Agónicamente. Sus voces, sus lamentos, me temo que siempre me acompañarán bajo tierra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Claustrofóbico relato, amigo. Veo en él una continuación de la historia... Un abrazo!
Hola, Marcos, pues continúa, continúa...
Te surgen historias con una facilidad pasmosa, sin duda.
Publicar un comentario