El semáforo en rojo del cruce me alertó de que ya no era momento de pasar y detuve mi caminar. Como buen peatón sabía que las bestias sobre ruedas se abalanzarían sobre mí, dispuestas a cazarme y darme muerte, si yo cometía la insensatez de intentar cruzar en rojo. Sí, a los vehículos les encantaba cazar peatones, era su deporte favorito; en los rostros de los conductores había siempre una expresión de alerta, una mirada de cazador, siniestra, amenazante. Pero yo no me iba a dejar cazar, no; no era tonto. Nunca cruzaba estando en rojo; siempre en verde. Incluso si estaba rojo y no se veía ningún vehículo a la vista, tampoco cruzaba. Me era imposible. No sabría cómo explicarlo, pero sentía que, si cruzaba en rojo, un vehículo invisible aparecería como salido de la nada, como esperando mi error para cazarme y matarme. Pero yo no le iba a dar ese gusto; no le iba a dar ninguna opción.
Mientras pensaba esto, un ciego bajito y de pelo canoso llegó lentamente a mi lado, resonando su bastón blanco en la acera. Al igual que yo, se disponía a cruzar. Al verlo decidí hacer mi buena obra del día; hacía mucho tiempo que no hacía ninguna.
“¿Le ayudo a cruzar?”, le dije.
“Si no es ninguna molestia...”, susurró el ciego.
“No, no es ninguna molestia”, atajé, y lo cogí con fuerza de los dos brazos, tirando ferozmente de él; le hice perder el equilibrio y lo lancé con violencia al carril de los coches.
El ciego cayó como un fardo sobre el asfalto, gritando con horror y volando por los aires sus gafas negras. Lo vio al instante un conductor avispado y se lanzó sobre él a toda velocidad, embistiéndolo duramente y haciéndole saltar por los aires.
“¡Muchas gracias!”, me agradeció el conductor mientras se alejaba sonriente, dejando tras de sí el cuerpo deshecho del ciego.
“De nada”, asentí, sintiéndome de maravilla.
Mientras pensaba esto, un ciego bajito y de pelo canoso llegó lentamente a mi lado, resonando su bastón blanco en la acera. Al igual que yo, se disponía a cruzar. Al verlo decidí hacer mi buena obra del día; hacía mucho tiempo que no hacía ninguna.
“¿Le ayudo a cruzar?”, le dije.
“Si no es ninguna molestia...”, susurró el ciego.
“No, no es ninguna molestia”, atajé, y lo cogí con fuerza de los dos brazos, tirando ferozmente de él; le hice perder el equilibrio y lo lancé con violencia al carril de los coches.
El ciego cayó como un fardo sobre el asfalto, gritando con horror y volando por los aires sus gafas negras. Lo vio al instante un conductor avispado y se lanzó sobre él a toda velocidad, embistiéndolo duramente y haciéndole saltar por los aires.
“¡Muchas gracias!”, me agradeció el conductor mientras se alejaba sonriente, dejando tras de sí el cuerpo deshecho del ciego.
“De nada”, asentí, sintiéndome de maravilla.
18 comentarios:
MENOS RELATOS Y MAS JOTAS
Comando Baturro
La buena acción del día...
Malo, y en lata, ejem. Estos del comando baturro, son fans de Juan Ramón Jiménez, supongo.
Supongo... En fin, que felicidades por esa buena obra del día jaja. Hay que ver, ¿ya te vendes en latas?.
Tienes alma de boyscout...
Pues tienes razón, Comando Baturro. No es por ceder al chantaje, pero cualquier día empiezo una sección de canciones, que ya toca (y con jotas, por supuesto), que no todo van a ser cuentos
Todos los días hay que hacer una buena obra, Alfredo. No es tan difícil, ya ves.
Hola, Marcos, que sepas que la glamurosa foto la tiré exactamente hace un año (sale la fecha) en París: son yogures franceses de marca "Malo".
Soy el último, Joe (junto al Willis, vale).
Como dice Joe, de niño fuiste boy scout, no?
Pues sí, de niño era un ángel.
Jajajaja sublime!! ;)
Gracias, Blanca, yo por una sonrisa hago lo que sea.
No creas que ese conductor te pagará el favor perdonándote a ti la vida. Ya verás si te tiene en su punto de mira. Son la leche.
Desde ya paso a desearte felices fiestas!
te dejo un abrazo!
Lo sé, Raúl, lo sé. Menudos son...
Gracias, Allek, felices fiestas, claro que sí.
Roberto, insisto, estás en todas partes. En los libros, los yogures, camisetas...
Tú sí que sabes ayudar al prójimo. ;)
Estar en los yogures mola, Vero, y siendo franceses queda hasta chic.
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