El agente de policía Scott Dodge se lavaba los dientes en el baño de su casa. Mientras tanto, John Leck, conocido asesino de policías, se encontraba forzando la puerta del balcón de la casa de Scott.
Con la experiencia de tantos allanamientos, la consiguió abrir y entró sigilosamente al interior. Echó la mano diestra a la bota derecha y sacó de allí su navaja automática. Con ella, sintiéndose como el ángel de la muerte, avanzó por un pasillo de color malva, hacia las tenues luces que salían de la puerta abierta del baño. Con sumo cuidado llegó hasta el marco de la puerta. Estiró el cuello y vio la espalda del policía. Sonriendo, alzó en el aire la mano que empuñaba la navaja.
Sin embargo, el reflejo del policía que estaba en el espejo vio al asesino. En cuestión de un segundo, tomó la pistola y le disparó seis veces: seis balas se alojaron en el estómago del asesino. Sin comprender, todavía con la navaja en la mano, se derrumbó envuelto en sangre.
Al escuchar el ruido, el policía se dio la vuelta. Cuando vio al asesino, tumbado en el suelo, le dijo: “Lo siento. Ha sido un acto reflejo”.
Con la experiencia de tantos allanamientos, la consiguió abrir y entró sigilosamente al interior. Echó la mano diestra a la bota derecha y sacó de allí su navaja automática. Con ella, sintiéndose como el ángel de la muerte, avanzó por un pasillo de color malva, hacia las tenues luces que salían de la puerta abierta del baño. Con sumo cuidado llegó hasta el marco de la puerta. Estiró el cuello y vio la espalda del policía. Sonriendo, alzó en el aire la mano que empuñaba la navaja.
Sin embargo, el reflejo del policía que estaba en el espejo vio al asesino. En cuestión de un segundo, tomó la pistola y le disparó seis veces: seis balas se alojaron en el estómago del asesino. Sin comprender, todavía con la navaja en la mano, se derrumbó envuelto en sangre.
Al escuchar el ruido, el policía se dio la vuelta. Cuando vio al asesino, tumbado en el suelo, le dijo: “Lo siento. Ha sido un acto reflejo”.
12 comentarios:
Los carga el diablo, sin duda.
Y eso que el pobre asesino seguramente lo único que quería era afeitar al policía...
Vaya por Dios con esos espejos malos!
¡Qué grandes son los espejos! Son la puerta a nuestro otro yo. :)
Fer
Y además hay espejos diabólicos, Alfredo...
Hola, Vero. Tú sí que entiendes de espejos y muertes...
Hola, Fer, estás hecho un filósofo...
Los espejos, esas puertas de entrada y salida... Me ha encantado el relato, Roberto. Enhorabuena.
Con ingenio y con algo más, que deja un pequeño poso afortunado tras la sonrisa.
Gracias, Joe, los espejos dan mucho juego.
Gracias, Francisco, me encantó tu novela.
Sí que son peligrosos los espejos, sí... Muy ingenioso. Todo pero sobretodo la frase final. ¡Enhorabuena maestro!
Gracias, Marcos, lo que cuenta es el final...
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