Qué bochorno, la calle es un horno. “Vamos a morir
achicharrados. Como pollos asados”, dice una tía en el tranvía. Miro por la
ventanilla (soy un cotilla) y veo a una persona paseando por la avenida con un
paraguas para protegerse del sol. Cual parasol. Cual sombrilla chiquitilla. Los
sombreros y las gorras proliferan en los valientes peatones. Dentro del
tranvía, los abanicos aletean como mariposas varadas. Al llegar las paradas,
los abanicos vuelan. “¿Me comprarás un helado, papá?”, pregunta un niño que se
está derritiendo en el asiento de enfrente. “Claro, hijo”, le miente su padre,
sudando la gota gorda también. O bien lo dice sinceramente, vete a saber, pero
fonéticamente me quedaba así mejor. Por favor, qué calor. Leo en la prensa que
la llegada de la canícula (de película) se debe a un anticiclón situado en el
interior de Argelia. Debe de traer todo el polvo del camino (del largo camino) el
dichoso anticiclón argelino. La Agencia Estatal de Meteorología mantiene
activada la alerta por temperaturas elevadas durante varios días. Hoy dan más
de 40 grados, ahí es nada. Dan 44 en realidad, pero no quiero alarmar demasiado
(y no me lo acabo de creer, o no me lo quiero creer). Para mí que es una errata
climatológica. “Contra los 40 grados no se puede luchar”, dice un hostelero en
la prensa. Como titular no está nada mal. Como contra el fútbol, vamos, se me
ocurre pensar. Ya está aquí la chicharrina, me derrito por las esquinas, vamos
todos a la piscina. Y por cierto, las piscinas municipales han bajado los
precios estos días debido a la alerta amarilla; qué maravilla (siempre que se
adquiera la entrada en la taquilla). Mañana domingo bajan las temperaturas y
vuelven a subir los precios en las piscinas. Todo se iguala en el agua. Lo que
sube baja y lo que baja sube. El principio de Arquímedes aplicado a la
economía. Y yo buscando un abanico a lo Locomía.
"Ola de calor", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 20 de julio.
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