El otro día en el club de lectura de un
colegio una alumna quiso saber si yo vivía de los libros. Le confesé que no,
que los autores nos llevamos un 10% de lo que vale un libro, normalmente, así
que, a no ser que seas la Rowling y vendas millones de ejemplares, es
difícil vivir de los libros. Sin embargo, como los caminos de la animación son
infinitos, le expliqué que un servidor vive de la animación (cuentacuentos, rutas,
talleres y demás actividades), así que, de alguna manera, vivo del cuento. Que
dicho así tampoco suena nada mal, ¿verdad? Vivir del cuento, el sueño de
cualquiera. Pero vivir de los libros, se lo dejé muy claro, en mi caso suponía
una meta inalcanzable. Cuando yo empecé a publicar, el único escritor aragonés
residente en Aragón que vivía de los libros era Fernando Lalana, autor
de innumerables libros infantiles y juveniles de gran éxito y reconocido
prestigio. Hoy en día el selecto club de escritores que viven de los libros en
Aragón ha aumentado, afortunadamente, pero me temo que tampoco son demasiados.
Vivir de los libros, por lo menos en mi caso, se me antoja como vivir del aire.
Tienes alguna buena racha, alguna brisa cálida de vez en cuando, pero muchas
veces las liquidaciones atmosféricas te dejan más bien frío. Hace ilusión
recibir un dinerillo por nuestro arte y nuestro libro, por supuesto, no digo
que no, pero no son las cifras que uno se imagina en sus mejores sueños. Suelen
ser unas cifras bastante lamentables, de hecho. ¿Estoy triste entonces por no
vivir de los libros? En absoluto. Nunca lo he pretendido realmente, y siempre
he sabido que los lectores tampoco somos demasiados (no somos legión, mal que
nos pese). En cualquier caso, la publicación de cada nuevo libro supone un
subidón que no tiene precio, y ahí quizás está la clave del asunto: lo que te
da un libro es impagable. Sigamos contando, publicando y disfrutando.
"Vivir del cuento", mi columna semanal en El Periódico de Aragón de hoy sábado 27 de enero.
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