UNA
En cuanto recibió la primera palmada en el trasero se dio cuenta de que había sido un gran error el salir afuera, el salir del calor materno al frío de la vida, pero no pudo hacer otra cosa que echarse a llorar.
DOS
Algún tiempo después, tras meditarlo con sus ositos, decidió volver al maravilloso lugar del que había salido con tan mala fortuna. Una noche, pasadas las doce, bajó sigilosamente de su cuna y gateó hasta llegar al dormitorio de sus padres. Lo recorrió con sumo cuidado, trepó hasta la superficie de la cama aferrándose a las firmes mantas, y una vez allí se deslizó como una oruga entre los pliegues de las sábanas. Con un concierto de ronquidos por música de fondo, vio la cautivadora cueva que había abandonado en un momento de descuido. Fue hasta ella con los ojos como platos. Abrió con sus manitas los pliegues de la entrada de la caverna y metió la cabeza por ella. Sólo obtuvo un débil gemido por respuesta. Después metió los bracitos y con ellos dio impulso al resto del cuerpo, que pasó por completo al interior. Entonces suspiró satisfecho y se concentró en la cálida negrura. Sin embargo, no tardaron mucho tiempo en sacarlo del calor de su hogar (entre gritos cargados de histeria además), y esta vez las manos de su propia madre se encargaron de azotarle en el trasero. Desesperado, comprendió que no podía escapar de ningún modo de la fría vida, y sintiéndose impotente rompió a llorar.
12 comentarios:
Así es la vida: nueve meses queriendo salir de una cueva, y años y años deseando entrar en todas las que se pueda...
jajjajja el comentario de 39escalones es tremendo, jajajjaaja Me he puesto a llorar, no sé por qué, si por el niño, o por la negrura de tanta cueva... jajaja
Un saludo indio
Amén, Alfredo.
Así me gusta, David, llorando por el comentario de Alfredo. Posible título: comentarios que hacen llorar.
Que cosas pasan en el mundo particular de Roberto.
Dicho de otra manera, Joe: estoy enfermo.
Nacer es una putada, Roberto. Es un hecho.
Más bien da pereza salir, Raúl; se está tan bien ahí dentro...
Yo tengo un par de historias de Leo queriendo volver a la cueva. Vaya con estos niños...
Ay, los niños (y qué poco cambiamos, caramba).
¡Pobre! Es muy cruel y realista a la vez que irónico. Muy bueno. Un abrazo.
Gracias, Marcos, eres grande.
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