martes, 19 de octubre de 2010

OSCURIDAD



Un nudo se formó
en mi garganta
y un escalofrío recorrió
mi espina dorsal.
El vello de mi nuca
se erizó
y el pánico inundó
cada fibra de mi cuerpo.
¿Por qué?
Pues porque sentí
que la oscuridad me perseguía...

Sentí que la oscuridad
cobraba forma
y venía a por mí
con funestas intenciones.
Sentí que toda la atmósfera
del pasillo cobraba vida.
Sentí que a mis espaldas
nacían cientos y cientos de monstruos horrendos,
aprovechándose de la total negrura...

Había sido un estúpido.
El anterior interruptor de la luz
lo había dejado atrás sin pulsarlo
para así no tener que volver luego a apagarlo,
y desde luego había sido un grave error,
ya que el pasillo era tan largo...

Sí, no lo veía,
pero sabía que ahora era muy largo,
inmenso, interminable...
Dios, tenía que llegar a mi habitación como fuese.
Una vez allí podría encender la luz
y seguramente con ello moriría la oscuridad,
se esfumaría, desaparecería, se olvidaría de mí.
Pero ahora la notaba a mi lado,
cada vez más cerca.

Y entonces sentí que algo férreo
me abrazaba por la cintura
y que algo viscoso rodeaba a la vez
mi cuello con tenacidad.
Caí de bruces al suelo
y algo gelatinoso me rodeó todo el cuerpo
como una manta bañada en mermelada rancia.

Profiriendo gritos de locura y dolor
me incorporé como buenamente pude,
abrazado por mil brazos que no eran brazos,
avancé un par de metros
llevando a cuestas mil bocas que me devoraban
y busqué a tientas el interruptor de la luz,
pasando mis manos
con fruición y desesperación
por las frías paredes.

De pronto
lo sentí y lo pulsé.
Y al brotar la luz
como una explosión de color blanco
y ver a la perfección lo que me cubría y me devoraba
lamenté sobremanera
el haber encendido la luz.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Roberto
Soberbio, magnífico,...

Es una analogía extraordinaria (buenísima)para entender la angustia del aficonado medio zaragocista.

Marcos Callau dijo...

Muy bueno Roberto, aunque ya por aquí suene a costumbre... pero es que nos tienes acostumbrados a textos cada día mejores. Éste me ha encantado. El suspense del comienzo, la tensión en la mitad del texto y el final sorprendente...¡enhorabuena!. Como tú mismo dirías: es bueníííísssimo.

roberto dijo...

Así es, Javier, tú sí que sabes leer entre líneas...

roberto dijo...

Gracias, Marcos. Así da gusto...

julian sanchez dijo...

Me ciño a un poema de terror, je,je,je, y debo decir que haces sentir los miedos y terrores cerrando con algo todavía más macabro. Utilizas las palabras como herramientas que cuentan y son sensaciones y eso es muy difícil. Es un excelente poema y cuento de miedo de calado clásico con licencias temáticas sarcásticas, pero que puede leerse como una creación de terror. ¡Felicidades! es lo que decías en el otro post sobre mi pequeño y endemoniado sastre valiente: Máscaras.
Ropajes para una función privada muy pública y al final un desnudo del lector y el autor. Saludos y abrazos, Julián Sánchez

39escalones dijo...

Un relato de consecuencias terroríficas imprevisibles: peazo de pasillo... Peazo de piso... Peazo de hipoteca... Eso sí que es puro terror...

José Miguel Vilar-Bou dijo...

mmmm! Por suerte vamos ciegos por la vida. Muy bueno. Qué manera más original de hacer terror.

roberto dijo...

Hola, Julián. Gracias por tus palabras. Me ha gustado eso de "y al final un desnudo del lector y el autor".

roberto dijo...

Hola, Alfredo. Está visto que soy un provocador; en plena crisis y yo hablando de pasillos larguísimos...

roberto dijo...

Sí, José Miguel, me lo dicen muy a menudo: Vas ciego perdido.

Raúl dijo...

¿Qué forma tiene la oscuridad, Roberto? ¡Vaya pregunta, por dios!

roberto dijo...

Hola, Raúl. Buena pregunta, desde luego.

VERONICA LEONETTI dijo...

Que poco valorado está a veces el misterio de no ver.

roberto dijo...

Es cierto. A veces no ver viene bien.